viernes, 22 de agosto de 2008

LOS OJOS DE LA MAESTRA, UN ESPEJO PARA LOS PEQUEÑOS:

Desde su nacimiento el niño responde a los gestos, las miradas las palabras que le dirigen las personas que están a su cuidado, generalmente la madre o el padre. A medida que el niño va respondiendo a estos estímulos va configurándose una manera de actuar reforzada por la aprobación o la no aprobación de las personas que la rodean.

Por tanto, es en el núcleo familiar donde transcurre el primer periodo de aprendizaje del niño. Esta época es muy importante, ya que las impresiones que reciben se gravan en un nivel muy profundo e influirán directamente en la formación de su personalidad.

Con este bagaje, se presenta el niño en la escuela. Entra en un medio desconocido para él, de ahí su miedo y su desconfianza. Es en este momento cuando la educadora/or realiza su labor inicial, observando y favoreciendo la integración del niño en este nuevo medio.

La educadora/or, deberá saber proporcionar al niño un entorno equilibrado, para que el niño pueda sentirse bien, confiado, dispuesto para interrelacionarse con los demás.

El niño necesita del adulto como referente, para poder expresarse, comunicarse. Necesita del reconocimiento del adulto, necesita sentir que en cualquier momento puede contar con él.

El sentirse reconocido, hace que el niño se sienta seguro, que tenga un buen concepto de sí mismo.

Un niño con buen concepto de sí mismo, aprende más fácilmente porque disfruta del reto de conseguir nuevas habilidades e información. Se acerca a las nuevas experiencias y tareas con una actitud de "puedo hacerlo". Un ambiente que respete al niño como individuo, que comprenda sus necesidades, y que se rodee de un afecto cálido y educador, es el mejor sistema para conseguir un buen desarrollo como ser humano emotivamente equilibrado.

Si el niño siente que se aprecia su forma de ser, se sentirá libre para expresar su personalidad.

Con respecto al educador/ra y a la función que desempeña, me hace pensar en la gran responsabilidad que le supone saber cuál debe ser su actitud, su forma de transmitir. Hasta qué punto podemos llegar a influir tanto en el niño como en los demás.

Este artículo me ha permitido tomar conciencia de mis actitudes, de observarme con una mirada interior, y de alguna manera ayudarme en mis conclusiones.

He aquí, algunos párrafos que me han llamado la atención, encontrados en otros artículos, libros...:

"Según los expertos, sólo cuando nos miramos a los ojos existe una base real para la comunicación. Hasta tal punto es así, que a pesar de su intangibilidad, la mirada es un instru-mento que solemos utilizar para introducirnos en el territorio personal de los demás".

"En un estudio del antropólogo Albert Mehrabian se indica que las palabras influyen en un 7% en el impacto total de un mensaje, mientras que los matices, sonidos y el tono de voz supone el 38% y las posturas y ademanes, el 55%."

"No es posible fingir el lenguaje del cuerpo. Podemos mentir de palabra, pero siempre habrá algo en nuestras posturas que nos delatará... y es que a menudo, las posturas y los gestos narran una historia mientras que la voz nos cuenta otra."

Bibliografía:

Revista: "Muy Interesante" n° 63. Artículo: "Sobran las palabras".
"Cómo ser el mejor profesor de su hijo preescolar". Autora: Claudia Jones.
"Manual del Educador preescolar". Editorial Parramón.

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