jueves, 23 de junio de 2011

sábado, 11 de junio de 2011

¿COMO QUIERES SER RECORDADO?

En la carta de Pablo a los Filipenses, capítulo 4:2-6, el apóstol menciona a dos personas de las que no sabemos si son un hombre y una mujer, o dos mujeres. De la forma que sea, lo que se desprende es que son dos personas que están enemistadas. Pablo les amonesta a que sean de un mismo sentir. Es curioso ver el motivo por el cual se les menciona en la Biblia. Son dos personas en desavenencia; quizá tendrían otras cualidades, pero lo que sobresale de ellas es que no se llevaban bien..., o sea, que estaban en enemistad.

Pensando en esto, y que es el tema de este artículo, si nuestra vida tuviera que ser recordada en una frase en algún escrito ¿cuál sería la cualidad que nos definiría?. ¿Seríamos personas descritas como pacificadoras o se nos mencionaría como conflictivas o litigiosas...? Sería bueno que nos examináramos a nosotros mismos y viéramos cuáles son las características de una persona pacificadora y si ello se puede decir de nosotros.

Una persona pacificadora es alguien que tiene paz con Dios. En la vida hay muchas dificultades y situaciones que no sabemos resolver, pero todo es más fácil de llevar si en nuestro interior sabemos que podemos acudir a aquél que dijo "mi paz os dejo, mi paz os doy, no como el mundo os la da yo os la doy, no se turbe vuestro corazón ni tenga miedo", experimentando así la verdadera paz.

Otra característica de una persona pacificadora es que tenga paz consigo mismo. Es evidente que si una persona tiene sentimientos de inferioridad, no está satisfecha consigo misma, tiene una personalidad confusa, no puede ser feliz. El resultado es confusión, es un no saber dónde está situada y así no se puede ser feliz y tener paz consigo misma. Para tener paz hay que aprender a aceptarse tal y como una es, conociendo nuestras limitaciones y nuestros defectos, aunque no por ello dejemos de mejorar y sabiendo que no todos son tan perfectos como, a veces, se aparenta. Nadie tenga más alto concepto de sí, dice la Biblia, pero, también es verdad que, igual de pernicioso es creernos que somos las peores personas del mundo. Cuando nos aceptamos como somos, entonces empezamos a ser felices. Teniendo esta paz interior y con Dios, es fácil ser una persona pacificadora.

Y, por último, para que una persona sea reconocida como pacificadora, debe tener también paz con los demás. ¿Somos capaces de perdonar si alguien nos ha ofendido...? ¿Somos capaces de perder incluso teniendo razón, en una diferencia de opinión que tengamos con los que nos rodean...? ¿O somos rencorosas y nuestro amor propio no nos deja perder por amor a la paz...? "si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres". (Romanos 12:18). Al menos, el pacificador duerme con la conciencia tranquila.

En una de las bienaventuranzas, Jesús dijo: "Bienaventurado, que quiere decir que feliz es, el pacificador". Esta expresión es muy corriente en el Antiguo Testamento. Jesús dice que la persona que es pacificadora tiene ese gozo que sale a nuestro encuentro aún en medio del dolor; aquél gozo que no puede manchar ni el sufrimiento, ni la tristeza ni el desamparo. Es el gozo que brilla a través de las lágrimas. Jesús nos dice que los pacificadores son felices.

En hebreo la palabra paz no es ausencia de conflicto. Paz es todo aquello que contribuye al bienestar del hombre. En Oriente, cuando dos personas se saludan, se desean mutuamente la paz, o sea, que tengan todo lo que necesiten para que su vida sea plena y rica. Pero, también, la bendición recae sobre los que hacen la paz y no solamente sobre los que la aman. La bienaventuranza recae, también, sobre los que luchan y se enfrentan al mal para hacer la paz, aunque ello signifique luchar. A los que hacen esas cosas se les llama HIJOS DE DIOS, y son así porque estas personas hacen, específicamente, lo que Dios hace: la paz. El hombre y la mujer que hacen la paz realiza la obra en la que está comprometido el Dios de paz. (Romanos 15:33).

¿Qué quería decir Jesús cuando pronunció esta bienaventuranza...? Lo que se supone que quería decir es: hay personas que siempre son el centro de los conflictos, tormentas y luchas. Donde quiera que van se les ve implicadas en problemas. Así hay en toda sociedad, incluso en la Iglesia. Otras personas, por el contrario, son de una forma de ser que, en su presencia, no puede prosperar la enemistad, pues salvan abismos y endulzan la amargura. Estos hacen la voluntad de dios, ya que el plan de Dios consiste en establecer la paz entre el hombre y Dios. El hombre o la mujer que divide es un agente del diablo, el que los une está haciendo la voluntad de Dios.

¿Cómo podemos ser descritos como pacificadores?

1.- No permitiendo que delante de nosotros se critique a nuestros semejantes. Hay quienes escuchan la crítica hasta con complacencia. En Santiago 3:5 se nos dice: "Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí cuan grande bosque enciende un pequeño fuego".
2.- Ayudando y colaborando con los demás en vez de ser negativas. Hay quien prefiere ser cabeza de ratón que cola de león y no está contenta hasta conseguir ser la primera.
3.- No haciendo distinción entre las personas y procurando tratar igual a todos los que nos rodean.

Hay algunas normas que podemos practicar para poder ser conocidas como pacificadores:

-No contradecir a los demás aunque se sepa que se tiene razón.
-No averiguar los asuntos de los demás. Bastante tiene cada uno con los suyos.
-No creer que cualquier otro es más feliz que uno mismo.
-No repetir a otro un chisme que se haya oído.
-No ser rudo con los inferiores.

Podemos tener diferentes pareceres, pero podemos sentir lo mismo. Todos somos diferentes, y eso no es malo. Pablo no quería que las dos personas de nuestro estudio pensaran de igual manera, sino que sintieran lo mismo; o sea, que ambas tuvieran el mismo interés en hacer el bien, aunque pensaran diferente.

Y para finalizar, hagamos nuestra la oración de San Francisco de Asís en la que dice:

Señor, hazme un instrumento de tu paz,
Donde hay odio, que yo siembre el amor;
Donde hay injuria, el perdón;
Donde hay desesperanza, esperanza;
Donde hay tinieblas, luz;
Donde hay tristeza, gozo.

Concédeme, oh Señor, no pensar tanto
 en ser consolado, como en consolar
En ser comprendido, como en
comprender
En ser amado, como en amar
Porque es en el dar cuando recibimos,
Es en el perdonar, cuando somos
perdonados
Y es en el morir cuando nacemos
a vida eterna.

De esta manera pasaremos por este mundo con el calificativo de pacificadores que lleva consigo el ser llamados HIJOS DE DIOS.

De: Esther Francés 


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jueves, 2 de junio de 2011

miércoles, 1 de junio de 2011