miércoles, 28 de septiembre de 2011

lunes, 19 de septiembre de 2011

domingo, 18 de septiembre de 2011

LA SOLIDARIDAD HUMANA:

(...) El principio de solidaridad, expresado también con el nombre de "amistad" o "caridad social", es una exigencia directa de la fraternidad humana y cristiana:
Un error capital, "hoy ampliamente extendido y perniciosamente propagado, consiste en el olvido de la caridad y de aquella necesidad que los hombres tienen unos de otros; tal caridad viene impuesta tanto por la comunidad de origen y la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres, cualquiera que sea el pueblo a que pertenezca, como por el sacrificio de redención ofrecido por Jesucristo en el altar de la cruz a su Padre del cielo, a favor de la humanidad pecadora."
(...) La solidaridad se manifiesta en primer lugar en la distribución de bienes y la remuneración del trabajo. Supone también el esfuerzo en favor de un orden social más justo en el que las tensiones puedan ser mejor resueltas, y donde los conflictos encuentren más fácilmente su salida negociada.
(..) Los problemas socio-económicos sólo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí, de los empresarios y los empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pueblos. La solidaridad internacional es una exigencia del orden moral. En buena medida, la paz del mundo depende de ella.
(...) La virtud de la solidaridad va más allá de los bienes materiales. Difundiendo los bienes espirituales de la fe, la Iglesia ha favorecido a la vez el desarrollo de los bienes temporales, al cual con frecuencia ha abierto vías nuevas. Así se han verificado a lo largo de los siglos las palabras del Señor: "Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura" (Mateo 6, 33):
"Desde hace dos mil años, vive y persevera en el alma de la Iglesia el sentido de responsabilidad colectiva a favor de todos, que ha impulsado e impulsa todavía a las almas hasta el heroísmo caritativo de los monjes agricultores, de los libertadores de esclavos, de los que atienden enfermos, de los mensajeros de fe, de civilización, de ciencia, a todas las generaciones y a todos los pueblos con el fin de crear condiciones sociales capaces de hacer posible a todos una vida digna del hombre y del cristiano."

sábado, 17 de septiembre de 2011

EL RESPETO DE LA PERSONA HUMANA:

(...)La justicia social sólo puede ser conseguida sobre la base del respeto de la dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la sociedad, que está ordenada al hombre:
"La defensa y promoción de la dignidad humana nos han sido confiadas por el Creador, y  (...) de ellas son rigurosas y responsablemente deudores los hombres y mujeres en cada coyuntura de la historia" (Juan Pablo II)
(...) El respeto de la persona humana implica el de los derechos que se derivan de su dignidad de criatura. Estos derechos son anteriores a la sociedad y se imponen a ella. Fundan la legitimidad moral de toda autoridad: menospreciándolos o negándose a reconocerlos en su legislación positiva, una sociedad mina su propia legitimidad moral. Sin este respecto, una autoridad sólo puede apoyarse en la fuerza o en la violencia para obtener la obediencia de sus súbditos. Corresponde a la Iglesia recordar estos derechos a los hombres de buena voluntad y distinguirlos de reivindicaciones abusivas o falsas.
(...)El respeto a la persona humana supone respetar este principio: "Que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como "otro yo", cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente". Ninguna legislación podría por sí misma hacer desaparecer los temores, los prejuicios, las actitudes de soberbia y de egoísmo que obstaculizan el establecimiento de sociedades verdaderamente fraternas. Estos comportamientos sólo cesan con la caridad que ve en cada hombre un "prójimo", un hermano (...) El deber de hacerse prójimo de los demás y de servirlos activamente se hace más acuciante todavía cuando éstos están más necesitados en cualquier sector de la vida humana. "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (S. Mateo 25, 40)
(...) Este mismo deber se extiende a los que piensan y actúan diversamente de nosotros. La enseñanza de Cristo exige incluso el perdón de las ofensas. Extiende el mandamiento del amor que es el de la nueva ley a todos los enemigos. La liberación en el espíritu del Evangelio es incompatible con el odio al enemigo en cuanto persona, pero no con el odio al mal que hace en cuanto enemigo.

IGUALDAD Y DIFERENCIAS ENTRE LOS HOMBRES:

(...) Creados a imagen del Dios único y dotados de una misma alma racional, todos los hombres poseen una misma naturaleza y un mismo origen. Rescatados por el sacrificio de Cristo, todos son llamados a participar en la misma bienaventuranza divina: todos gozan por tanto de una misma dignidad.
(...) La igualdad entre los hombres se deriva esencialmente de su dignidad personal y de los derechos que dimanan en ella:
"Hay que superar y eliminar, como contraria al Plan de Dios, toda (...) forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión." (S. Mateo 5:43-44)
(...) Al venir al mundo, el hombre no dispone de todo lo que es necesario para el desarrollo de su vida corporal y espiritual. Necesita de los demás. Ciertamente hay diferencias entre los hombres por lo que se refiere a edad, a las capacidades físicas, a las aptitudes intelectuales o morales, a las circunstancias de que cada uno pudo beneficiar, a la distribución de las riquezas. Los "talentos" no están distribuidos por igual.
(...) Estas diferencias pertenecen al Plan de Dios, que quiere que cada uno reciba de otro aquello que necesita, y que quienes disponen de "talentos" particulares comuniquen sus beneficios a los que los necesiten. Las diferencias alientan y con frecuencia obligan a las personas a la magnanimidad, a la benevolencia y a la comunicación. Incitan a las culturas a enriquecer unas a otras:
"¿Es que acaso distribuyo yo las diversas (virtudes) dándole a uno todas o dándole a éste una y al otro otra particular? (...) A uno la caridad, a otro la justicia, a éste la humildad, a aquel una fe viva (...) En cuanto a los bienes temporales, las cosas necesarias para la vida humana las he distribuido con la mayor desigualdad, y no he querido que cada uno posea todo lo que le era necesario, para que los hombres tengan así ocasión, por necesidad, de practicar la caridad unos con otros (...) He querido que unos necesitasen de otros y que fuesen mis servidores para la distribución de las gracias y de las liberalidades que han recibido de mí." (Sta. Catalina de Siena)
(...) Existen también desigualdades escandalosas que afectan a millones de hombres y mujeres. Están en abierta contradicción con el Evangelio:
"La igual dignidad de las personas exige que se llegue a una situación de vida más humana y más justa. Pues las excesivas desigualdades económicas y sociales entre los miembros o los pueblos de una única familia humana resultan escandalosas y se oponen a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y también a la paz social en internacional." (Concilio Vaticano II)

lunes, 15 de agosto de 2011

When You Believe

EL ARTE DE VIVIR EL TIEMPO (II):

-Enfermos de estrés: Una mala relación con el tiempo es una de las causas de este problema tan extendido hoy día. Pero, cuidado, el vocablo se utiliza ahora en exceso. ¿Qué es? Lo redescubrimos, buscamos sus efectos, positivos y negativos, y hallamos soluciones.
El estrés es vida, dicen unos, nos permite mantener el equilibrio frente a los acontecimientos. El estrés es muy perjudicial, dicen otros ¿Quién se equivoca? Ninguno. Es ambas cosas.
Convertido en un problema muy extendido, ha entrado de golpe en nuestras vidas sin pedir permiso y, sobre todo, sin tarjeta de presentación hasta el punto de que, junto a la ansiedad, empleamos su término en exceso.
Como señala Miquel Casas en Vivir bajo presión (Ed. Océano), "este vocablo se utiliza ahora como reclamo publicitario para un sinfín de artilugios y de fármacos de acción poco específica. Si nos sentimos estresados, parece suficiente entrar en un hipermercado para encontrar la solución: almohadas antiestrés, plantillas relajantes, ambientadores reductores de estrés... El uso indiscriminado ha acabado por convertirlo en poco más que sinónimo de prisa, fatiga o agitación".
Olga Rubio, psicóloga y directora del centro de relajación y fisioterapia Eutrés, en Madrid, opina igualmente que "estrés y ansiedad son palabras muy manidas, lo que repercute negativamente, porque muchas personas no saben bien lo que es. Es muy importante saber que no son malos. No es algo que tengamos que quitar de nuestras vidas, sino que tenemos que apender a gestionar".
-Tiempo para no hacer nada: ¿Qué significan exactamente estos dos términos? ¿Son lo mismo? "Son dos términos muy cercanos -aclara Juan José Miguel Tobal, catedrático y director del máster de Ansiedad y Estrés de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid-. El estrés es un proceso de adaptación con tres fases: una de alarma, cuando ante una nueva situación el individuo pone en marcha los mecanismos psicológicos y fisiológicos necesarios para adaptarse a esa nueva demanda; otra de resistencia, si la causa que genera el estrés continúa; y una más de agotamiento, si se mantiene, que es cuando surgen los síntomas negativos. En esta fase se puede desencadenar una reacción de ansiedad, una emoción que surge ante algún tipo de amenaza".
El estrés, más asociado con el cansancio, no tiene por qué manifestar ansiedad, pero sí otras emociones como alegría, enfado o tristeza. Además, puede venir provocado por diferentes situaciones positivas o negativas, como tener un ascenso o casarse, mientras que la ansiedad se produce por situaciones amenazantes, al menos así las percibe el individuo, como ver una araña, vivir una tormenta o estar en la oscuridad. En opinión de Rubio, como el estrés, "la ansiedad tampoco hay que eliminarla. Gracias a ambos  "me pongo las pilas", lo malo es cuando se hace crónico o alcanza niveles elevados".
El problema es que hoy día ese "estar con las pilas puestas" continuamente parece obligatorio. Rubio considera que "esta sociedad lo fomenta porque está mal visto no hacer nada. Sin embargo, necesitamos tiempo para nosotros o sencillamente para no hacer nada. Hay mucha gente que no disfruta del momento, de las pequeñas cosas...". Juan José Miguel Tobal recuerda que hay varias hipótesis sobre el aumento de casos de estrés: "Algunas tienen que ver con los estilos de vida, vivimos en un mundo que nos exige ser cada vez más competitivos. Otros piensan que lo que falla es la capacidad de resistencia de los individuos".
El estrés no hace distinción de sexos. Repercute igualmente en hombres y mujeres y los organismos reaccionan igual ya sea por una situación positiva o negativa. La clave es gestionar los recursos para que no se haga crónico y traiga las consecuencias negativas que hace que enfermemos y estemos agotados física y psíquicamente. Ese agotamiento trae síntomas como problemas de concentración, preocupaciones anticipadas, taquicardias, problemas de sueño y sexuales, dolores de cabeza, contracturas, tics y conductas de evitación.
-Una peligrosa espiral: En el entorno laboral, éstos síntomas conducen a la pérdida de productividad, problemas serios de salud y bajas médicas. Un subtipo de estrés laboral, el síndrome del trabajador quemado, tiene, además, unos síntomas muy característicos. Juan José Miguel explica que "tiene que ver fundamentalmente con trabajos de cara al público. Tras un periodo, las personas sufren pérdida de iniciativa laboral, sienten fatiga emocional, cierta despersonalización, la tendencia a tratar al usuario como un objeto y a distanciarse".
Si el estrés persiste sin buscar solución es fácil entrar en un peligroso círculo hallando en el alcohol, el tabaco o algunos alimentos con funciones estimulantes o tranquilizantes, o acelerando nuestro ritmo y durmiendo menos, en un intento de ganar tiempo. Esos remedios son, a la larga, perniciosos. De ahí la importancia de atajar el problema cuanto antes. Cuando advirtamos que afecta a nuestra vida de manera prolongada, cuando nos sintamos desbordados, debemos poner remedio.
-Poniendo remedios: Como explica Rubio, "cuando vea que se levanta cansado/a, que le cuesta enfrentarse al trabajo, que ve cambios en su estado emocional, debe plantearse que tiene un problema".
Altos niveles de estrés requieren ayuda psicológica. La directora de Eutrés señala que "se dan habilidades para no interpretar las situaciones como estresantes, habilidades para aprender a solucionar problemas y no verlo todo negativo".
En casos de estrés y ansiedad se suele emplear una combinación de tres grupos de técnicas, como indica Juan José Miguel Tobal: "Las dirigidas a desactivar al sujeto, relajación; las cognitivas, para promover un cambio de aptitud en la forma de afrontar las situaciones, y las conductuales, que enseñan a actuar de otra manera".
Estrés y ansiedad se han convertido, sin duda, en males de nuestro tiempo. Juan José Miguel considera que "tenemos muchos más conocimientos del mundo, pero nadie se ha preocupado por enseñarnos cómo sentir y expresar nuestras emociones. En estos 2.000 años no hemos avanzado nada en ese aspecto". Cambiar, sin embargo, es posible y  está en nuestras manos. "Si para enfrentarnos a nuestro primer trabajo nos preparamos, ¿por qué no nos preparamos, prevenimos, ante otras cosas?", se prengunta Rubio. El problema surge de nuevo por la mala relación con el tiempo y con nosotros mismos. "Vamos tan acelerados que nos planteamos hacia dónde queremos ir", añade.

EL ARTE DE VIVIR EL TIEMPO (I):

-En busca del tiempo perdido: Vivimos gobernados por los relojes, con la sensación de que cada vez corremos más y cada vez tenemos menos tiempo, esa materia vital que nadie nos ha enseñado a manejar. Poniéndolo a nuestro servicio volveremos a ser dueños de nuestras vidas.
"Conoce el verdadero valor del tiempo: cógelo y disfruta cada momento de él". La reflexión del Lord Chesterfield en el siglo XVIII sigue vigente hoy. Ya los griegos diferenciaban entre chronos, el tiempo de calidad. Séneca meditaría también sobre este concepto. "Todas las cosas nos son ajenas; sólo el tiempo es nuestro".
Nos cuesta creer al filósofo romano cuando pocos nos consideramos dueños de nuestro tiempo. Vivimos gobernados por los relojes.
Ya nuestros antepasados se guiaban por los relojes de sol, de agua (las clepsidras egipcias medían el tiempo por la noche; eran unas vasijas con agua que salía por un orificio a una velocidad determinada y en un tiempo fijo) o de fuego (los romanos usaban velas que marcaban las horas).
El concepto del tiempo ha sido un misterio desde la antigüedad. Newton, Kant o Eintein invirtieron mucho tiempo en estudiar precisamente eso, el tiempo, pero no es nuestra intención "bucear" en la física ni en la metafísica, sino reflexionar sobre nuestro tiempo, ése que Jean-Luis Servan-Schreiber define en El nuevo arte de vivir el tiempo (Ed. Paidós) como "vida". Y propone un ejercicio para demostrar su importancia: "Haced la prueba con cada una de estas frases: no hay tiempo para..., utilizar bien el tiempo, perder el tiempo, voy a dedicarle tiempo... Poner vida en lugar de tiempo es convencerse de que es exactamente la misma cosa". Éste es el objetivo de este artículo-dossier, aliarnos con nuestra vida, con nuestro tiempo, para alcanzar una existencia más serena.
-Malgastemos el tesoro: José Ballesteros, autor de El reto (Ed. Belacqua) y director de la empresa de desarrollo personal VESP (www.actitudenaccion.vesp.com), considera que "el tiempo no depende de nosotros. Es el recurso más democrático porque todos tenemos 24 horas, pero lo que sí depende de nosotros es cómo utilizarlo". Para Serva-Schreiber; "dominar el tiempo es dominarse a sí mismo". En nuestras manos está, pues, no ser enfermos del tiempo, ésos que se sienten obligados a hacer todo hasta el punto de perder el sentido de la realidad.
Paradójicamente disponemos de mucho más tiempo que nuestros antepasados. Vivimos más años, la tecnología nos ayuda y tenemos más días de vacaciones. Nunca antes habíamos podido disfrutar de tanta dosis de vida; sin embargo, cada vez nos ahoga más la sensación de falta de tiempo. Fernando Trías de Bes, autor de El vendedor del tiempo (Ed. Urano), cuyo protagonista vende miutos de tiempo envasados, recuerda cómo "Franklin, el inventor del pararrayos, estimó que, tal como avanzaba la técnica, a finales del siglo XX se trabajaría sólo tres horas semanales. Lo mismo se dijo cuando surgieron las lavadoras o el e-mail, pero a medida que podemos tener una liberación de tiempo nos creamos otras ataduras".
-Un momento de reflexión: Efectivamente tenemos un 7% más de tiempo que antes, pero queremos realizar un 20% más de tareas. Antes era suficiente con satisfacer las necesidades más básicas, mientras que hoy no somos capaces de seleccionar tantas opciones como tenemos. "Nuestros deseos crecen con mayor rapidez que el tiempo que tenemos para satisfacerlos -recuerda Servan-Schreiber-. No busquemos en otra parte la raíz profunda de nuestra sensación de falta de tiempo".
Trabajo, atasco, niños, tareas del hogar, ocio... sentimos que nuestras vidas están teledirigidas y pasamos la vida corriendo en un intento de ganar tiempo al tiempo. Obviamente, no lo conseguimos. Publio Siro ya lo apuntó: "El tiempo de la reflexión es una economía de tiempo", pero parece que desde la época romana no hemos avanzado nada. No reflexionamos. "La sociedad no nos invita a que nos paremos -denuncia Ballesteros- y es un gran error. Tenemos que reflexionar sobre el viaje más importante de nuestra vida. Si no tienes objetivos, ¿cómo vas a saber qué elegir?".
"El único tiempo que puedes controlar es lo que hagas en tu agenda de 24 horas -añade Ballesteros-. Tú decides tus horas de descanso, de sueño e incluso de oficina, porque puedes decidir cómo organizarte". Frente a la espiral del tiempo la solución pasa por renunciar y priorizar.
(...) Lo primero que tienes que hacer es reconocer dónde estás, actuar en los asuntos significativos y eliminar todo lo que te está quitando tiempo de otras actividades. Preocuparse por algo no implica progresar en ello. Generalmente, existe una relación inversa entre las preocupaciones que tenemos en mente y lo que en efecto hacemos por resolverlas". "Haz tantas cosas como puedas o quieras y estate en paz con las que aún no has hecho".
En opinión de  Trías de Bes es imprescindible "tomar conciencia de a qué quieres dedicar tu tiempo, pner prioridades, saber decir "no" y ser valiente, porque pueden verte como un bicho raro por no haber visto la última carrera de coches". También es importante "reservarte tiempo para tí". Ballesteros recomienda "crear el hábito de estar solo un rato al día. Parar un momento para decidir dónde voy y cómo voy. Si una vez al día es muy complicado, empieza por una vez al mes".
-Reaprender a vivir:  Para el director de VESP, la clave está en "tomar conciencia de que yo soy el dueño de mi vida, ni mi jefe, ni mis padres, y pararse a pensar: ¿estoy dispuesto a disfrutar la responsabilidad de mi única, individual y maravillosa vida". ¡Pues adelante!.
Elegir lleva riesgos y responsabilidades, pero a la larga es siempre grato. Tú, lector, ya has elegido. Te has dado unos minutos para tí, para leer y para reflexionar. Has sabido encontrar tiempo, mejor dicho, has aprendido a concedertelo. En una época en la que vivimos inmersos en una carrera diaria, la tuya es una actitud casi heroica. Has dado el primer gran paso para disfrutar de una vida plena porque, como reflexiona Servan-Schreiber; "el dominio del tiempo tiene dos objetivos. El más evidente es ser más eficaz. El más rico y raro es aprender de nuevo a gozar del instante con aquella intensidad que conocimos, a los seis años, ante aquel rayo de son que venía a calentarnos la mano en un sotobosque saturado de olor a pino".

"No es el tiempo el que nos falta. Somos nosotros quienes le faltamos a él" (Claudel)

domingo, 14 de agosto de 2011


¡ATRÉVETE A DECIDIR TU PROPIA VIDA!

El toque de atención se lo dio un camarero del bar donde acudía asíduamente a tomar un café. Nadie más en el bar; el camarero dejó de fregar el suelo para servirle su cortado de rigor, que David se bebía solo, mirando a ninguna parte. Ni se daba cuenta de que el camarero tenía su mirada puesta en él cuando escuchó su voz: "Usted sufre mucho, ¿verdad?". David cuenta que en ese momento pasó algo en su interior, recuerda unas intensas ganas de llorar y que salió a la calle como en medio de un ahogo, como si no hubiera suficiente aire en el mundo. Se aflojó la corbata, pero ni aún así. Así que poco después decidía desembarazarse de la corbata, el traje y el personaje de éxito profesional que le acompañaba a todas partes, como una armadura oxidada del caballero que ya no quería ser. Su vida cambió. Y poco después publicaba un libro sobre la (r)evolución interior.

La revista Psicología publicó esta entrevista con el autor de este libro David Martí Martinez:

-El ser humano está en continuo cambio. ¿Cuál es la (r)evolución que usted propone?
Para mi, la auténtica revolución consiste en asumir que puedes ser el auténtico protagonista de tu vida, y serlo. Tú puedes llegar adonde quieras, pero sólo lo puedes decidir tú. Detente un momento, piensa y elige: puedes quedarte donde estás, o bien modificar algunos patrones y seguir por el mismo camino, o incluso parar y cambiar de dirección.
-Pero esa lucidez mental no siempre es tan fácil...
No, ni la lucidez ni el proceso. Porque habrá que ponerle valentía y esfuerzo. Pero tampoco es tan difícil. En la vida hay pocas verdades fundamentales, no tenemos que inventqar nada nuevo, sólo hacer el esfuerzo y recordar. Recordar quién eres y qué deseas en tu vida, tu propósito. Y empezar a desembarazarte de los condicionamientos, de los motivos que no te pertenecen. Te sentirás mucho mejor. El escritor Julio Cortázar dice que no hay revolución que no desemboque en la alegría. Y yo estoy de acuerdo.
-Usted mismo: sólo se decidió a hacer el esfuerzo y cambiar cuando el camarero le dijo: "Usted sufre mucho ¿verdad?". ¿Hay que sufrir para cambiar?
Ese buen hombre me abrió la caja de Pandora, y nunca se lo agradeceré lo bastante. Mi propuesta ahora es: abre tú también tu caja de Pandora. Vas a encontrar cosas que te gustan y muchas que no te van a gustar. Pero a partir de ahí, que lo que hagas sólo dependa de tí. Quizás vas a sufrir, sí, pero de todas formas ya estás sufriendo, sólo que no lo quieres ver por una pura cuestión de comodidad. A veces necesitas una experiencia potente para reconocer que no vas por el camino, y suele venir acompañada de mucho sufrimiento.
-¿Ese fue su caso?
Sí, yo sufría mucho antes, durante el cambio y hasta que dije basta. Antes de que me diera el toque el camarero, siempre tenía algún problema de salud. Hasta que dije: por aquí no sigo. En realidad, el libro lo escribí para mí. Me ayudó a salir de la emboscada donde estaba, a explotar, a liberarme. Antes me vestía de traje y corbata y trabajaba para una gran corporación catalana, y aún me persiguen algunas compañías para que forme parte de juntas directivas, pero yo ahora sólo quiero dedicar mi vida a compartir, a acompañar, a recordarte que tú puedes hacer lo mismo. Y tú puedes ser el ejemplo para otras personas,...
-Esta crisis mundial, esta forma de sufrimiento colectivo, ¿puede conducir al ser humano a hacer un cambio profundo, una (r)evolución? ¿De qué tipo?
No tenemos otra alternativa. Lo que pasa fuera es un reflejo de lo que está pasando dentro. Si la humanidad estuviera sana, no podría actual de la forma tan irresponsable y egoísta en la que ha venido actuando, consumiendo como si tuviera decenas de planetas a su disposición, produciendo desigualdades extremas que permiten la muerte de la mitad de la población mientras la otra mitad derrocha lo que tiene y se ahoga en un vaso de agua. Ha llegado el momento de parar y cambiar el rumbo. Para actuar, muchas veces hay que llegar a un punto de no retorno, y creo que estamos en uno de esos momentos. Pero el cambio social sólo es posible si se da una auténtica transformación individual, un cambio de conciencia. Y yo creo que estamos en ese momento. Cada vez hay más gente "despierta", menos robótica.
Tiene que haber un cambio de paradigma, radical.
-¿Y usted cree que se está dando a nivel generalizado, mayoritario al menos, ese cambio?
Generalizado, quizás todavía no. Creo que estamos en un momento de máxima dualidad. Por una parte, en las crisis hay mucha gente que se hace más egoísta, se cierra más, con un sentido equivocado de supervivencia y el lema de "yo paso de todo". Y, por otra parte, hay mucha gente que se hace más sensible y pasa a una acción comprometida. Se podría decir que es uno de esos momentos en que, emocionalmente hablando, los ricos son más ricos y los pobres de espíritu más pobres.
-Esto me hace pensar en unas imágenes en internet en las que un perro empujaba a otro perro muerto en la carretera, lejos de los coches y a un lugar seguro, protegiéndole cuando alguien se acercaba a ayudarle. Los conductores pararon sus coches en medio para hacer fotos de una escena de amor y generosidad tan potente.
Igual es que estamos muy necesitados de amor. Quizás necesitamos más noticias como ésta y menos cifras de muertos y guerras. Las aberraciones de violencia de la especie humana ya no nos impactan, las vemos en la televisión mientras comemos sin pestañear, tan embrutecidos estamos; pero las escenas de amor sí que nos impactas y nos conmueven. Fíjate: la especie humana, tan evolucionada, detiene su ritmo acelerado hacia su trabajo y los negocios para inmortalizar esta muestra de generosidad, de amor incondicional de unos animales. Eso me hace pensar hasta qué punto estamos necesitados de amor, y por eso nos conmueven escenas como éstas.
-En su libro habla de la necesidad de desacelerar y parar.
Es que vamos todo el día corriendo detrás de una zanahoria y, cuando nos preguntas que por qué corremos, a menudo respondemos "no sé", pero se nos pasa el día corriendo y con cara de pocos amigos, a la defensiva, en pie de guerra.
-También dice en su libro que las personas estamos cada vez más enfadadas sin motivos concretos. ¿Qué nos causa ese mal humor?
Que seguimos empeñados en estar donde no tenemos que estar y en actuar como ya no tenemos que actuar. Nuestro mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa,  y nosotros empeñados en seguir actuando igual. Eso nos hace vivir con  una frustración tal que genera enfado, rabia, ira y mucho miedo. Tenemos miedo a perder la identidad propia, la que conocemos, con el cambio.
-Hablemos de la alternativa. Si se puede estar de mal humor sin motivos, ¿también se puede estar feliz sin motivos? ¿Cómo?
Esforzándonos por averiguar nuestro propósito personal y haciéndolo realidad; de otro modo, siempre estaremos arrastrando ese sentimiento de frustración.
-¿Y cómo se hace eso?
Lo primero es identificar nuestro propósito o propósitos por medio de las "preguntas inteligentes", y no me refiero a una inteligencia de tipo intelectual, sin a buscar las preguntas que nos mueven realmente; en mi libro pongo algunos ejemplos. En el transcurso de esta exploración, vas vaciando tu mochila de condicionamientos, huellas genéticas, frustraciones, sueños olvidados; vas vaciando, y a medida que vas quitando peso fuera, vas dibujando una sonrisa.
-¿Cómo perciben los demás que estamos empezando a cambiar, quizás nos ven más felices, más relajados...?
Empiezas a hacer lo que quieres hacer a partir de lo que tienes; cambias el "pobre de mí" por una palmada de ánimo y felicitación, por ser capaz de hacer lo que estás haciendo y de conseguir lo que vas a conseguir.
Y entonces la gente empieza a preguntarte que por qué te ríes tanto, de qué te ríes, y tú respndes que de nada. Eres feliz sin motivos, por el único Motivo, en mayúsculas, de estar vivo por fin, porque estás viviendo tu propia vida.
-Y así es como se conquista la sonrisa; la sonrisa sin motivos.
Yo reivindico el buen rollo y a la buena gente.
-¿En qué consiste la ley de la atracción? ¿Cómo podemos hacerla funcionar a nuestro favor?
Si estás mal, lo que no quieres es lo que tienes ahora; y seguir haciendo lo mismo sólo te atraerá más de lo mismo, eso es lo que estás atrayendo. También atraes más de lo mismo cuando te quejas; hay que cambiar el "no quiero que..." por el "quiero que..." o "he conseguido..." A lo que das presencia en tu mente es lo que atraes, así que mejor dar presencia a lo que quieres obtener y no a tus quejas o miedos. El miedo atrae, lo mismo que el deseo. Tú decides lo que quieres, darle nombre y piensa en ello. Así empieza a tener presencia en tu vida.
¡Y ve a por ello!.
-Parece que lo que duele es más visible y por eso se pone más atención en lo que no deseamos.
Eso es un error, porque la atención atrae lo mismo que la intención. Dejemos de poner atención en lo que no queremos o no nos gusta. Definimos al mundo y a las demás personas con gafas sucias. Cuando las limpies, verás colores y luces que te parecerán nuevos y te fascinarán, pero siempre han estado ahí. El problema es que muchas veces nos han enseñado que "la vida es un asco" o que "no te puedes fiar de nadie" o que "la gente no puede cambiar", y nos lo hemos creído. Pero tenemos que quitarnos esas gafas, que no son nuestras, y decir: déjame buscar mis verdades y tener mi propia visión del mundo. La mía.


Rafael Conde El Titi - Liberate

viernes, 5 de agosto de 2011

LA FILOSOFÍA DEL DECRECIMIENTO...

SERGE LATOUCHE, PORTAVOZ DE LA FILOSOFÍA DEL DECRECIMIENTO.
EL ACTIVISTA FRANCÉS ATACA LA ADICCIÓN AL CONSUMO DE LA SOCIEDAD OCCIDENTAL Y PROPONE UNA SERIE DE MEDIDAS PARA FRENARLA.
En los últimos años, este hombre se ha convertido en el portavoz y el referente más conocido de la filosofía del decrecimiento, una crítica constructiva al paradigma imperante de crecimiento ilimitado. Escritor, articulista y activista de la simplicidad.
El movimiento del decrecimiento que representa nació a finales de los años y 70 de la mano de pensadores críticos con el desarrollo y la sociedad de consumo como Iván Illich (*), André Gorz, Cornelius Catoriadus o François Partant, pero es hoy cuando sobresale más que nunca como un proyecto social, económico y político frente a la sociedad del perpetuo crecimiento. Y ello es así porque son muchas las razones que en el momento actual cuestionan la lógica del crecimiento económico. Por un lado, padecemos una crisis de diversa índole (económica, financiera, ecológica, social, cultural...) y, por otro, el aumento de nuestra renta per cápita en los últimos decenios ha corrido paralelo a una aparente disminución de nuestro grado de satisfacción vital. Por poner un ejemplo, sólo en el año 2005 los franceses adquirieron 41 millones de cajas de antidepresivos, mientras que el 49% de los norteamericanos aseguraba que la felicidad se hallaba en el retroceso, frente a un 26% que consideraba lo contrario.
Existen razones suficientes, por lo tanto, para revisar de manera profunda el actual modelo de progreso y ver si revierte en justicia y en dicha para todos. Eso es, esencialmente lo que propone Latouche a través del movimiento del decrecimiento. "Es un eslogan provocador -puntualiza el economista- que aglutina a los ateos de la religión del crecimiento y a los agnósticos del progreso con el objetivo de romper el lenguaje estereotipado de los adictos al productivismo".
El punto de partida es el siguiente: las sociedades occidentales se han hecho adictas al crecimiento y la capacidad regeneradora de la Tierra ya no puede atender nuestra demanda. El mejor indicador para calibrar esta desproporción es la huella ecológica, que mide la superficie del planeta necesaria para mantener las actividades económicas. Dada la actual población de la Tierra, para ser sostenible se considera que cada uno de nosotros debería limitarse a consumir 1,8 hectáreas de ese espacio bioproductivo. Sin embargo, para sostener nuestro actual nivel de vida, los españoles, por ejemplo, necesitamos cinco hectáreas por persona y año. Si todos los habitantes del planeta vivieran como nosotros, harían falta tres planetas, y seis, si tomáramos como referente el modelo de vida de Estados Unidos. La mayor parte de los países africanos, por el contrario, consumen menos de 0,2 hectáreas de espacio bioproductivo, una décima parte del planeta. Ésta es la advertencia que lanza Serge Latouche: "Si de aquí al 2050 no modificamos esta trayectoria, la deuda ecológica corresponderá a 34 años de productividad, o a 34 planetas."
GASTAR CON SENTIDO COMÚN:
Para reducir la huella de nuestros excesos, los defensores del enfoque decreciente abogan por producir y consumir de una manera distinta. Frente al temor de sus detractores, que se echan las manos a la cabeza porque creen que decrecer significa retroceder a la Edad de Piedra o a la Edad Media, Latouche responde: "Para Europa, y para España en concreto, volver a la impronta ecológica de los años 70 no significa regresar a las cavernas. En los 70 comíamos igual o incluso mejor que hoy. Ahora consumimos tres veces más petróleo y energía para producir las mismas cosas que entonces. La diferencia es que el yogur hoy, por ejemplo, no tiene nada que ver con el yogur que consumíamos hace 30 años. El de antes se hacía con la vaca del vecino y el de ahora lleva 9.000 kilómetros detrás. Sin contar que pagamos por otros servicios incorporados, como el embalaje y el envasado. La clave está en producir y consumir a nivel local, además, claro, de limitar la tendencia actual al heprconsumo."
Sin embargo, recortar nuestro consumo no es la receta que gobiernos y empresarios insisten en prescribirnos. "Nuestros gobiernos -señala Latouche- están cerca de la esquizofrenia porque saben perfectamente que el sistema camina hacia el colapso. El síntoma más evidente es el cambio climático, pero también la extinción acelerada de especies, la propagación de enfermedades relacionadas con la contaminación y el declive que a la larga comportará el fin del petróleo.
El problema es que los políticos no han sido elegidos para cambiar el sistema. El poder no les pertenece a ellos, sino a las grandes empresas transnacionales que actúan como los traficantes de la droga alimentando nuestra adicción al consumo para perpetuar así la lógica del sistema. No son capaces de imaginar otro modo de vida. El crecimiento negativo que vivimos es dramático, pero hay que relativizarlo. Recibimos mucha propaganda mediática con el fin de volver a comenzar y repetir los mismos errores. Berlusconi, por ejemplo, ha llegado a expresar que debemos renunciar a Kioto para relanzar la industria automovilística. Está claro que hay que frenar el desempleo, pero el primer paso en la lógica del decrecimiento sería reducir el tiempo de trabajo."
En efecto, compartir el trabajo y aumentar los placeres es una de las claves en la receta del decrecimiento. Sus pensadores advierten de que no se trata de desmantelar el sistema de un plumazo, sino de iniciar un proceso de transición para reducir ciertos sectores industriales -automovilístico, militar, aviación y construcción- revisar la durabilidad de los productos, fragmentar el espacio monetario, relocalizar la producción, disminuir en dos tercios nuestro consumo de recursos naturales y generar más empleo verde, entre otros cambios posibles. Trabajar menos y de otra manera puede significar, desde la óptica decreciente, reapropiarnos del tiempo, reavivar el gusto por el ocio, recuperar la abundancia perdida de sociedades anteriores y permitir el florecimiento de los ciudadanos en la vida política, privada y artística, así como en el juego o la contemplación. "Lo que es absurdo es pedirle a un trabajador que hace 60 horas semanales que se lea los 600 folios del futuro Tratado Europeo. ¡Eso es una caricatura de la democracia!, ironiza Latouche.
MENOS ES MÁS:
Otra parodia es el concepto de crecimiento o desarrollo sostenible que ha centrado el discurso ambientalista de los últimos 20 años. "Es significativa la ausencia de verdadera crítica a la sociedad de crecimiento en la malyoría de los discursos medioambientalistas, que se van por las ramas con planteamientos sinuosos sobre el desarrollo sostenible. Éste ha encontrado su instrumento favorito en los mecanismos de desarrollo  limpio, tecnologías que ahorran energía o carbono bajo forma de ecoeficiencia, pero seguimos en el campo de la diplomacia verbal porque el desarrollo sostenible, en el fondo, no pone en duda la lógica suicida del desarrollo. El ecocrecimiento -asegura Latouche- es objetivo del nuevo capitalismo verde, del márketing y de lo mediático."
El decrecimiento, por el contrario, se plantea como un cambio profundo de paradigma y como una modificación de las instituciones que lo condorman a favor de una solución razonable: la democracia ecológica. Ya trabajan para ello numerosos grupos locales que se autogestionan para decrecer en toda Europa y también nuevas iniciativas que se proyectan en la misma línea.
"Si yo decido reducir mi consumo de petróleo, pero mi vecino no hace lo mismo, el resultado que produciré es que él tenga más petróleo para consumir, pero no habrá un cambio sustancial importante a nivel global. Por ello -sugiere Latouche-, son mejores las iniciativas colectivas, como los grupos de familia que se organizan para que la huella ecológica del colectivo disminuya. Este tipo de experiencias son mucho más interesantes.
Una de las propuestas más novedosas es la que se engloba bajo el movimiento de Ciudades en Transición, que ha empezado en Inglaterra e Irlanda y que utiliza el concepto de "resistencia" para valorar la capacidad de un grupo o de un sistema para resistir los cambios en su entorno, tales como el declive del petróleo o el aumento de la temperatura. En opinión del economista, "se trata de reabrir el espacio para la inventiva y la creatividad dependiendo de los valores y de los objetivos de cada sociedad. El decrecimiento es un sueño de hoy, pero hay que trabajar para convertirlo en realidad mañana."
LOS PILARES DEL DECRECIMIENTO:
Es necesario hacer frente a la desmesura del sistema, que se podría traducir en la raíz "hiper-" de "hiperactividad", "hiperdesarrollo", "hiperproducción", "hiperabundancia"...Para conseguirlo, el movimiento del decrecimiento propone aplicar las ocho "R":
-Revaluar: Sustituir los valores dominantes por otros más beneficiosos. Por ejemplo, altruismo frente a egoísmo, cooperación frente a competencia, goce frente a obsesión por el trabajo, humanismo frente a consumismo ilimitado, local frente a global, etc...
-Reconceptualizar: Significa mirar el mundo de otra manera y, por tanto, otra forma de interpretar la realidad, que pasaría por redefinir conceptos como los de riqueza-pobreza o escasez-abundancia.
-Reestructurar: Adaptar el aparato de producción y las relaciones sociales en función de la nueva escala de valores.
-Relocalizar: Producir localmente los bienes esenciales para satisfacer todas nuestras necesidades.
-Redistribuir: Implicaría, básicamente, un reparto distinto de la riqueza.
-Reducir: Hacer lo posible para disminuir el impacto que tienen en la biosfera nuestras maneras de producir y consumir, además de limitar los horarios de trabajo y el turismo de masas.
Reutilizar y Reciclar: La mejor forma de frenar el despilfarro y alargar el tiempo de vida de los productos.

(*)Recuperar la inteligencia del Caracol: Iván Illich, pensador austriaco y uno de los teóricos del decrecimiento, escribió que el caracol construye su concha sumando, una a una, espirales cada vez más grandes. Luego, se detiene bruscamente y empieza a hacer giros decrecientes. Una sola espiral más haría que la concha fuera 16 veces más grande, lo cual sobrecargaría al animal. A partir de ahí, cualquier aumento de su productividad serviría solamente para paliar las dificultades creadas por una concha que ha crecido demasiado. En ese límite, los problemas de sobrecrecimiento se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad biológica del caracol sól puede, en el mejor de los casos, seguir una progresión aritmética. El decrecimiento utiliza esta imagen como símbolo de su ideario.

(Artículo realizado por ESTHER MIRA para la revista Integral)

miércoles, 3 de agosto de 2011

EN NOSOTROS CRECE LO QUE ALIMENTAMOS EN NUESTRO INTERIOR; ES EL ETERNO PRECEPTO DE LA NATURALEZA (GOETHE)

Venimos hablando del esfuerzo como factor determinante del éxito en cualquier objetivo que nos propongamos, de cómo se forma la voluntad, se perfecciona mediante la persistencia en el esfuerzo y que, al fin, de tanto hacer aquellas cosas que nos convienen, aunque no nos guste hacerlas al principio, llega un momento en que acaban por resultarnos fáciles y gratificantes. 
(...) Traigo aquí mis propias palabras  sobre este tema: " Toda actitud constituye una elección, un tomar partido entre una u otra posición y esto sólo es posible si nuestra mente conoce, juzga y acepta un valor determinado. Al dictamen de la razón sigue la voluntad, estimulada por los procesos afectivos, los deseos y demás motivos que instan al sujeto a pasar a la acción."
Queda claro que el esfuerzo en frío, sin apoyo intelectual y afectivo, no tardará en debilitarse. Es imprescindible el apoyo mental de ideas positivas, de la representación clara del éxito, viéndonos a nosotros mismos disfrutando por el logro alcanzado después de tantos esfuerzos. En tu interior y mientras te esfuerzas en superar cualquier obstáculo, debes grabar con firmeza esta frase: "Lo conseguiré, sean cuales fueren las dificultades que surjan."
Debemos tener siempre presente que no existe una meta elevada, realmente valiosa, carente de obstáculos y que las dificultades y los problemas nos acompañan de por vida y día a día. El secreto está en saber entrenarse cuanto antes en el esfuerzo entusiasta que nos capacita para superar obstáculos, nos enseña a resistir y a no dejarnos llevar por el desaliento y a sacar provechosas lecciones de nuestros errores.
Hemos de elegir el éxito como una salida posible y no permitir que las ideas derrotistas y de fracaso aniden en nuestra mente. Quien admite la derrota ya está derrotado. Sabiamente decía Goethe que en nosotros crece lo que alimentamos en nuestro interior.
Consiste sencillamente en "hacer como si..." ya se hubiese logrado el objetivo marcado, "como si..." ya estuviéramos en posesión de ésta o aquella cualidad.
El poder del pensamiento positivo no es un hallazgo de nuestro siglo. El mismo Virgilio afirmaba que "el espíritu mueve la materia". Kant, en su obra Del poder del Espíritu, se refiere al firme propósito de llegar a dominar los sentimientos enfermizos. Se cuenta  del general francés del siglo XVII Henri Turenne que entraba siempre en batalla al frente de sus tropas y actuaba como vencedor, como si ya hubiese ganado la batalla. Alguien le preguntó que por qué obraba de esta forma y el general se expresió así: "Actúo como un valiente, pero no dejo de sentir miedo ni un minuto. En vez de ceder al temor, le ordeno a mi cuerpo: ¡Tiembla, viejo saco de huesos, pero sigue adelante! y mi cuerpo avanza."
Ya he afirmado en mis artículos  en más de una ocasión que somos dueños de nuestro propio destino en la medida en que somos también dueños de nuestras actitudes. De forma tajante y clara lo ha expresado el gran psicólogo americano William James. "La mayor revolución de nuestra generación es el descubrimiento de que los seres humanos, mediante el cambio de las actitudes internas de sus mentes, pueden cambiar los aspectos externos de sus vidas."
En mis años de infancia y pre-adolescencia, yo era un chico más bien tímido e inseguro. Comencé a leer varios libros de auto-ayuda para fortalecer mi personalidad. De todos guardo un estupendo recuerdo, pero el que más me ayudó a formar una actitud mental positiva y me alentó en los momentos más difíciles en que el esfuerzo no era suficiente fue el libro del psicólogo jesuita Antonio Eymien, titulado El gobierno de sí mismo. Allí aprendí yo a comportarme como si ya no fuera tímido, "como si..." fuera un chico seguro de sí mismo, "como si..." estuviera dotado de mucha calma y serenidad, "como si" fuera muy inteligente. Trataba de relajarme, de adoptar actitudes de equilibrio y de tranquilidad, respiraba varias veces muy profundamente antes de ponerme ante personas que me producían intranquilidad o temor y en poco tiempo había logrado un gran control sobre mí mismo, sobre mis propias emociones.
Desde entonces siempre que decido lograr un objetivo, a la necesaria dosis de esfuerzo añado el "como si...", es decir, me comporto con la misma ilusión y alegría que tendría tras el éxito.

(Del psicólogo y psicopedagogo Bernabé Tierno)
   

"LA ACCIÓN MÁS PEQUEÑA VALE MÁS QUE LA INTENCIÓN MÁS GRANDE"

   Creo haber dicho ya en alguna ocasión, si mal no recuerdo, que los manuales de psicología distinguen cuatro momentos o pasos en el acto voluntario: La concepción o representación del objetivo deseable que pretendemos alcanzar; la deliberación de si es o no razonable y conveniente el acto proyectado, es decir, sopesar los pros y los contras; la decisión o resolución firme y definitiva de ejecutar el proyecto que se desea y estima como razonable y, finalmente, la ejecución del acto proyectado, es decir, pasar a la acción, hacer aquello que decidimos hacer.
   No acaba el cometido de la voluntad con la decisión, ni la ejecución es independiente de la decisión, pero hasta que no pasamos a la acción no hay verdadera voluntad, ya que antes de la ejecución, hasta la decisión más firme puede quedarse en nada. Todos sabemos por experiencia que, a veces, basta que pase algo aparentemente insignificante para que no se ejecute una decisión tomada. Con toda la intención de clarificar bien el tema que nos ocupa he escogido como encabezamiento de este artículo la frase de Elsenberg: "La acción más pequeña vale más que la intención más brande". Sí, nadie pone en duda que las buenas intenciones, deseos y promesas están muy bien, pero son las acciones quienes nos definen, nos hacen progresar, nos realizan; en definitiva, nos condenan o nos salvan.
   Pero, ¿cuál es el motor de toda acción? Sin ninguna duda, el esfuerzo, ese impulso vigoroso y definitivo que hace posible al hombre convertir en realidad sus proyectos, sus decisiones. Esta es la razón por la cual en cualquiera de mis publicaciones, cursos o conferencias sobre formación humana, concedo siempre una especial importancia a la formación de la voluntad constituyente, es decir, a una educación y entrenamiento del ser humano en el esfuerzo, en la capacidad de elegir todo aquello que le conviene, que es necesario y bueno para el desarrollo integral de su personalidad, para el crecimiento interior, aunque no le guste, aunque ello le suponga denodado esfuerzo y sacrificios.
   Y no hay otro camino. Por más que alguien pretenda lograr una gran madurez mental y psíquica por la vía exclusiva de lo agradable y lo placentero, de  lo que pide el cuerpo, en frase de muchos jóvenes de ahora, jamás logrará ser dueño de sí mismo y de sus actos ni estar pertrechado de una voluntad poderosa y a prueba contra todas las dificultades.
   Sabemos que no hay voluntad sin la intervención de motivos y razones, que son de orden intelectual e implican el conocimiento del valor de las cosas o situaciones entre las que elegimos. Pero los motivos y razones, más que empujarnos de forma directa a la acción, más que fuerzas impulsoras, son luces que nos hacen ver más claramente la conveniencia de pasar a la acción. Pero las razones conscientes, los motivos, dependen por completo de esa energía interna del esfuerzo de cada individuo, dueño de sus propios actos, que activa con irrevocable determinación la espoleta del querer y ejecutar, sin más preámbulos, aquello que la razón nos ha propuesto como conveniente o necesario.
   Esa energía de voluntad sólo se transforma en determinación irrevocable, se convierte en acción eficaz si la persona ha desarrollado lo suficiente el músculo del esfuerzo tras haber adquirido el hábito, la habilidad, la destreza, la facultad de pasar a la acción, en todo aquello que es bueno, deseable y positivo, por costoso, difícil e ingrato que parezca.
   A esta energía de voluntad conviene añadir un buen equilibrio psicofísico y mental del individuo. Los hábitos de querer, la aptitud para el esfuerzo y la superación de dificultades y obstáculos presuponen que el sujeto haya logrado un notable equilibrio mental y psíquico, unos niveles suficientes de autocontrol.
   Por lo demás, sólo me resta añadir que para lograr una fuerte voluntad sugiero lo siguiente:
   - Formular el propósito de forma positiva y no emplear expresiones como "lo intentaré", sino, "voy a hacer tal cosa, ahora" y hacerla sin más.
   - Fijarse objetivos y propósitos posibles, y medibles, evaluando en qué medida los hacemos realidad.
   - Tener muy claro que tú eres el único responsable y no culpar a los otros.
   - Ayúdale con ejemplos vivos de fuerte voluntad.
   - Felicítate, prémiate, concédete recompensas tras cada logro, tras cada esfuerzo y acto de voluntad.

(Del psicólogo y psicopedagogo Bernabé Tierno)



martes, 2 de agosto de 2011

DIEZ CLAVES PARA UN DOMINIO ACTIVO:

1.- Escucha la sabiduría de tu cuerpo, que se expresa por señales de comodidad e incomodidad. Cuando elijas cierta conducta, pregunta a tu cuerpo qué siente al respecto. Si tu cuerpo envía una señal de inquietud física o emocional, ten cuidado. Si tu cuerpo envía una señal de comodidad y anhelo, procede.
2.- Vive el presente, que es el único momento que tienes. Mantén tu atención en lo que existe aquí y ahora; busca la plenitud en todo momento. Acepta lo que viene a ti total y completamente para que puedas apreciarlo y aprender de ello; luego déjalo pasar. El presente es como debe ser. Refleja infinitas leyes de la Naturaleza que te han traído hasta este pensamiento exacto, esta reacción física precisa. Este momento es como es porque el universo es como es. No luches contra el infinito esquema de las cosas; por el contrario, sé uno con él.
3.- Dedica tiempo al silencio, a meditar, a acallar el diálogo interior. En momentos de silencio, cobra conciencia de que estás reconectándote con tu fuente de conciencia pura. Presta atención a tu vida interior para que puedas guiarte por la intuición, antes que por interpretaciones impuestas desde fuera sobre lo que te conviene o no te conviene.
4.-Renuncia a tu necesidad de aprobación externa. Sólo tú eres el juez de tu valer; tu meta es descubrir el infinito valor de ti mismo, sin dar importancia a lo que piensen los demás. Al comprender esto se logra una gran libertad.
5.- Cuando te descubras reaccionando con enojo u oposición ante cualquier persona o circunstancia, recuerda que sólo estás luchando contigo mismo. Presentar resistencia es la reacción de las defensas creadas por viejos sufrimientos. cuando renuncies a ese enojo te corarás y cooperarás con el flujo del universo.
6.- Recuerda que el mundo de "allí fuera" refleja tu realidad de "aquí dentro". Las personas ante las cuales tu reacción es más fuerte, sea de amor u odio, son proyecciones de tu mundo interior. Lo que más odias es lo que más niegas en tí mismo. Lo que más amas es lo que más deseas dentro de tí. Usa el espejo de las relaciones para guiar tu evolución. El objetivo es un total conocimiento de uno mismo. Cuando lo consigas, lo que más desees estará automáticamente allí; lo que más te disguste desaparecerá.
7.- Libérate de la carga de los juicios; te sentirás mucho más ligero. Al juzgar impones el bien y el mal a situaciones que simplemente son. Todo se puede entender y perdonar, pero cuando juzgas te apartas de la comprensión y anulas el proceso de aprender a amar. Al juzgar a otros reflejas tu falta de autoaceptación. Recuerda que cada persona a la que perdones aumenta tu amor a tí mismo.
8.- No contamines tu cuerpo con toxinas, ya sea por la comida, la bebida o por emociones tóxicas. Tu cuerpo no es sólo un sistema de mantenimiento de la vida. Es el vehículo que te llevará en el viaje de tu evolución. La salud de cada célula contribuye directamente a tu estado de bienestar, porque cada célula es un punto de conciencia dentro del camo de la conciencia que eres tú.
9.- Reemplaza la conducta que motiva el miedo por la conducta que motiva el amor. El miedo es un producto de la memoria, que mora en el pasado. Al recordar lo que nos hizo sufrir antes, dedicamos nuestras energías a asegurarnos de que el antiguo sufrimiento no se repita. Pero tratar de imponer el pasado al presenta jamás acabará con la amenaza del sufrimiento. Eso sólo ocurre cuando encuentras la seguridad en tu propio ser, que es amor. Motivado por la verdad interior, puedes enfrentarte a cualquier amenaza, porque tu fuerza inteior es invulnerable al miedo.
10.- Comprende que el mundo físico es sólo el espejo de una inteligencia más profunda. La inteligencia es la organizadora invisible de toda la materia y toda la energía; como una parte de  esta inteligencia reside en tí, participas del poder organizador del cosmos. Como estas inseparablemente vinculado con el todo, no puedes permitirte contaminar el aire y el agua del planeta. Pero, en un plano más profundo, no puedes permitirte vivir con una mente tóxica, porque cada pensamiento crea una impresión en el campo total de la inteligencia. Vivir en equilibrio y pureza es el más elevado bien para tí y para la Tierra.

La Vida es una empresa creativa. Hay muchos planos de creación y, por ende, muchos planos de dominio posible. Amar por completo, no juzgar y aceptarse uno mismo es un objetivo exaltado, pero lo importante es operar desde un concepto de totalidad. Como nuestra sociedad no ve el final de la ruta, el eminente psiquiatra Erik Erikson se lamenta: "Nuestra civilización no alberga, en realidad, un concepto de la totalidad de la vida." El nuevo paradigma nos proporciona ese concepto al entretejer cuerpo, mente y espíritu en una unidad. Los años avanzados deberían ser el tiempo en que la vida se integra. El círculo se cierra y la finalidad de la existencia queda cumplida. En ese aspecto, el dominio activo no es sólo un medio para sobrevivir hasta una edad muy avanzada: es la ruta hacia la libertad.

(El libro "Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo". Autor: Deepak Chopra)

viernes, 29 de julio de 2011

domingo, 17 de julio de 2011

"Nakozonga" - Lokua Kanza

GRANDEZA SIN LÍMITES:

A estas alturas tenemos que tener claro que para lograr cualquier objetivo, para fomentar una actitud mental positiva de esperanza, debe imaginarse a sí mismo disfrutando y logrando eso que tanto ansía como si ya fuera una realidad.
Somos más grandes que cualquier cosa que pueda sucedernos y tenemos el poder  de superar el dolor, el sufrimiento y los infortunios y subirnos al carro de la esperanza si desde hoy tomamos la firme decisión de asumir  la responsabilidad de nosotros mismos, de nuestros pensamientos, sentimientos y actos. Podremos adelgazar, tener más fuerza de voluntad, ser más abiertos y espontáneos, más amables, menos tímidos , superar los sentimientos de soledad, indefensión, celos y autoculpa..., simplemente si nos lo proponemos, lo deseamos, lo esperamos con todas nuestras fuerzas y sabemos visualizar e imaginar el objetivo que nos hayamos propuesto.
Todo es cuestión de técnica y de tesón, de lograr que actúen de forma conjunta nuestros sentimientos, nuestros afectos, nuestra mente y nuestra voluntad, pero siempre en la misma dirección positiva de la esperanza sin límites. Vuelvo a recordar todo el mensaje en una breve frase: podremos lograr nuestro objetivo, nuestro sueño dorado, si pensamos con absoluta confianza que podemos y nos vemos y sentimos a nosotros mismos disfrutando del logro proyectado, convertido ya en realidad.
Tras muchos años en contacto directo con hombres y mujeres que lograron éxitos o fracasos, y después de haberme leído la mayoría de los libros de autoayuda que ofrecen fórmulas, estrategias y sugerencias para triunfar en la vida, no creo equivocarme al afirmar de forma rotunda que toda persona, sin excepción, está dotada de una prodigiosa y misteriosa fuerza interior que le faculta para lograr los más espectaculares e increíbles triunfos, pero también esa misteriosa fuerza, si no se emplea en la forma adecuada, le puede arrastrar a los más estrepitosos e impensables fracasos. Esa fuerza tan poderosa, tremenda y casi mágica reside en nuestra mente, en nuestro pensamiento. Llegamos a ser tal y como nos vemos a nosotros mismos, llegamos a convertirnos en todo cuanto nuestro pensamiento nos informa. En definitiva, la calidad de nuestros pensamientos determina en buena medida nuestra calidad de vida. 
De todo lo dicho se deducen dos cosas: 
-La primera es empezar por cortar por lo sano y decirnos a nosotros mismos: "¡Se acabó!, ¡Basta!, no permitiré en lo sucesivo que los pensamientos derrotistas, negativos y de fracaso vuelvan a anidar en mi mente". Esos viejos pensamientos y sentimientos de culpa, de fracaso, de temor, deberán cambiar de signo o se irán extinguiendo rápidamente ante mi más absoluta indiferencia. Por otra parte, desde hoy todos mis nuevos pensamientos serán de signo positivo, irán impregnados de esperanza y de confianza en el futuro.
-En segundo lugar, desde hoy desarrollaremos el hábito de descubrir y alentar cuanto de valioso y digno de reconocimiento veamos en los demás. Queda claro que el secreto está en que procuremos experimentar cuantas emociones y sentimientos positivos y beneficiosos seamos capaces, ya que éstos suelen precisar menos espacio mental y, por tanto, somos más libres para ocupar nuestro cerebro de forma productiva en otras muchas cosas. Por el contrario, cuando experimentamos sentimientos y emociones negativos, los problemas que conllevan requieren la máxima atención y reflexión y apenas sí podemos ocupar la mente en otra cosa que no sea preocuparnos.
El resultado de todo esto es que las emociones y sentimientos negativos acaban por controlar nuestra existencia a no ser que, como acabo de decir, en un momento de coraje y lucidez digamos: "¡Se acabó! Desde hoy asumo la responsabilidad sobre mi vida de forma plenamente consciente e inteligente: serán mis pensamientos positivos los que controlarán mis emociones y no al revés." ¿Sabe querido lector que la increíble y misteriosa fuerza del pensamiento positivo pletórico de esperanza ha conseguido alargar la vida de enfermos de cáncer condenados a una muerte prematura?. El doctor Bernie S. Siegel, cirujano de fama mundial, lo expresa así de claro en estas palabras: "He visto personas a las que se diagnosticó un cáncer  cambiar su perspectiva y afrontar la enfermedad positivamente. Las he visto disfrutar de una vida fructífera y productiva en lugar de vegetar aguardando la hora final. Y he visto cómo su dolencia mejoraba a consecuencia de ese cambio de actitud."
Sobran comentarios. Su turno, querido lector, empieza ahora. Recuerde siempre las palabras de E. Hemingway cuando dice que el hombre no está hecho para la derrota y que es en el pensamiento donde se libra la batalla del éxito o del fracaso. Queda claro que eres tú el dueño de tu destino, que eres más grande que cualquier cosa que pueda sucederte y que dentro de tí están todos los tesoros y potencialidades.

sábado, 16 de julio de 2011

LA ELEGANCIA:

Elegancia es una palabra que procede del término latino elegans y a su vez deriva de eligere (elegir). Por tanto, si nos atenemos a la etimología del término, se es elegante en la medida en que se es capaz de tener decisión  propia, de seleccionar, de elegir, de mantener un criterio personal, de no dejarse llevar de la opinión de los demás y, en definitiva, de no ser un esclavo de la moda, de lo que nos dicen que es la moda. Vemos, por tanto, que, paradójicamente, se les llama elegantes a los hombres y mujeres que visten con entera sujeción a la moda. ¿Qué es la moda? en definitiva, es algo impuesto por unos profesionales que determinan lo que es más bello, conveniente, adecuado o proporcionado según su propio gusto y criterio. La moda en el vestir, como en todo lo demás, la hacen los modistos y los creadores, que son los que confeccionan las prendas que lucen famosos y personas de alto nivel económico en general. Se exhiben estas prendas en los grandes medios de comunicación y son envidiadas y codiciadas cuando el ciudadano medio ve cómo las lucen en grandes fiestas personas muy conocidas porque son las que siempre aparecen en las portadas de las revistas.
A este tipo de personas elegantes en sentido restringido, que cifran la elegancia en llevar una indumentaria más o menos sofisticada y, sobre todo cara, no me estoy refiriendo en absoluto, y nada tiene que ver con la verdadera elegancia en sentido más filosófico, profundo y que, como es natural, nace del interior, de la mismidad de cada ser humano, de su calidad de ser único e irrepetible, que dirige su propio destino, que construye día a día su vida "desde dentro hacia fuera". Para mí la verdadera elegancia es la exteriorización de la armonía entre el cuerpo y el espíritu, de la paz que produce una fuerte coherencia interna entre lo que se dice, se piensa y se hace.
La elegancia siempre es natural y bella, y así como el arco iris sintetiza en toda su gama de colores un todo armónico de luz, colorido y estética, así también la elegancia tiene sus propios destellos que hacen brillar con luz propia y confieren un carácter inconfundible, ya que la elegancia es gracia, sencillez, buena proporción, nobleza, naturalidad, equilibrio, armonía y buen gusto, pero, más que cualquier otra cosa, distinción.
La distinción, que no la da el dinero, ni el vestir las prendas más caras y de los modistos más conocidos, depende del buen gusto y de tener una personalidad bien definida que permite distinguirse eligiendo en el mercado aquellas prendas que más favorecen y hacen sentirse a uno más a gusto consigo mismo, más natural y cómodo.
Hoy en día, no pocas personas consiguen con muy poco dinero, pero con una marcada personalidad y buen gusto, una presencia mucho más elegante, más airosa, dinámica y natural que otras que, a pesar de gastarse cantidades astronómicas en adquirir prendas carísimas, no sintonizan con su personalidad, por más que le asesore el más afamado de los modistos. ¿Cuál es la razón? Sencillamente, que la distinción nace, crece y se desarrolla en el interior de cada persona, y la elegancia que bebe necesariamente en esa originalidad, en ese gusto personal e intransferible pierde su encanto, su misma esencia cuando a la persona la visten y deciden por ella "desde fuera hacia dentro". Sólo puede hablarse de verdadera elegancia cuando uno se construye, se hace y se viste "desde dentro hacia fuera2. Vestirse "desde dentro hacia fuera" es materializar, transportar los sentimientos internos de respeto, bondad, cordialidad y simpatía auténticamente sentidos y reflejados en el rostro, el porte, la mirada, el todo de voz...
La armonía, la paz interior, el trato afable, respetuoso y considerado, dan a la persona el toque de la verdadera elegancia, de la personalidad inconfundible y de la distinción.
Por otra parte, si el lector desea que le indique algunos rasgos más que caracterizan a la verdadera elegancia, le sugiero que relea en el primer volumen de "Valores humanos", cuanto allí se dijo sobre la delicadeza, porque ése es precisamente uno de los rasgos inconfundibles, junto con la sencillez en la forma de ser y de comportarse. Esa sencillez que sabe convertir en maravilloso cualquier acontecimiento cotidiano.
El tercer rasgo inconfundible de la verdadera elegancia es continuar siempre en esa línea de sencillez, colocándose exactamente en el polo opuesto al exhibicionismo,...como mortal enemigo de la elegancia interior.
(De: Bernabé Tierno)

viernes, 15 de julio de 2011

jueves, 14 de julio de 2011

EL PERFIL DEL ÉXITO:

Las personas de éxito siempre tuvieron muy claro que estaba en sus manos la posibilidad de dirigir el curso de sus vidas de manera activa, eficaz y positiva; que el triunfo verdadero, el éxito en cualquier objetivo que uno se marque, ha de comenzar irremediablemente por el triunfo sobre uno mismo, integrando convenientemente los éxitos materiales, o del tener y poseer, en los éxitos espirituales, o del ser, del construirse por dentro y perfeccionarse día a día, ser más uno mismo y lograr un mayor equilibrio y paz interior.
Las personas de éxito tienen la absoluta certeza de que dentro de sí mismas guardan todos los tesoros, potencialidades y aptitudes, dispuestas para ser activadas por el resorte de una acción entusiasta y esforzada. Están plenamente convencidas de que son generadores permanentes de energía positiva para estimular la alegría de vivir, producir en su vida los cambios necesarios, mejorar sin límites, transformar los esquemas de conducta de fracaso en hábitos  para el éxito e influir de manera enriquecedora y positiva en los demás.
Las personas de éxito tienen la firme convicción de que son ellas y sólo ellas quienes deben tomar decisiones y dirigir su propia existencia.
Saben que el triunfo verdadero exige casi siempre tener que hacer durante bastante tiempo cosas que no gustan, que exigen esfuerzo, sacrificios y tesón, pero que son muy convenientes y sientan las bases de posteriores éxitos seguros que después se sucederán en cadena sin que apenas ya tengamos que recurrir al esfuerzo.
Las personas de éxito, una vez tomada una bien pensada y razonada decisión, siempre pasan a la acción, realizan lo proyectado con verdadero entusiasmo, disfrutando cada momento de la realización, y viviéndolo con todos los sentidos, con todo su ser.
Las personas de éxito se marcan objetivos gratificantes para el cuerpo y para el espíritu que den un sentido a sus vidas y que se puedan lograr con tesón y una actitud mental positiva, pero siempre obtienen sus éxitos de forma honrada.
Las personas de éxito no pierden inútilmente su tiempo en lamentaciones y jamás olvidan que, por desdichada y calamitosa que haya sido su infancia, por negativo que haya resultado su pasado, está en sus manos cambiar el curso de sus vidas, aprender de los fracasos y aplicar nuevas estrategias que inexorablemente le conducirán a obtener estupendos resultados, a triunfar en lo que se propongan. No culpan a los demás de sus fracasos y toda su energía mental y psíquica la emplean en aprender y en ensayar nuevas técnicas de eficacia y abandonar los viejos hábitos que les instalaron en el fracaso.
Las personas de éxito saben esperar buenos resultados sin necesidad de obtener gratificaciones inmediatas. Saben que todo logro importante supone un gran esfuerzo mantenido durante mucho tiempo e incontables equivocaciones y fracasos. No necesitan gratificaciones constantes e inmediatas como les sucede a los perdedores que se comportan como niños, y tras los primeros fracasos, se arrugan y desisten de su empeño, pues les falta entereza y necesitan ansiosamente resultados importantes y rápidos a cambio de poco o ningún esfuerzo.
Las personas de éxito saben que las semillas lanzadas con amor, entusiasmo y tesón sobre los surcos fétiles de cualquier objetivo o proyecto maduran muy lentamente y es necesario prodigarles muchos cuidados, contar con periodos de sequía, con plagas de langosta y hasta tormentas de granizo destructor que malogran en todo o en parte una cosecha, y no queda otro remedio que seguir sembrando cada año con la misma ilusión y esperanza de que al final, cuanto hemos sembrado, nos dará el ciento por uno.
Las personas de éxito saben que han de avanzar hacia su objetivo de manera gradual, alternando las decepciones, frustraciones y fracasos con los éxitos, pero sin perder nunca de vista el objetivo, con espiritu invencible, con tenacidad y siendo conscientes de que todo revés, dificultad o problema es un paso más que les acerca con toda seguridad al logro de su objetivo.
Los perdedores se sienten inútiles y fracasados ante los primeros problemas. La espiral de autocúlpa y negativismo en que se encierran presenta siempre el mismo esquema destructivo: cometen un error, no les salen las cosas como esperaban y empiezan de inmediato a lamentarse, a llorar su desgracia, a descalificarse de forma implacable y sentirse inútiles y estúpidos. Este ciclo negativo se dispar de forma automática siempre que cometen un nuevo error, y cuanto más se autocúlpan, más contribuyen a que se cumplan las "profecías" negativas sobre sí mismos y los fracasos  y errores se suceden en cadena. Cuando esta espiral de ciclos negativos se convierte en una constante, los niveles de ansiedad son tan elevados que el sujeto incapacitado para el éxito se autoprotege con la pereza y la renuncia a cualquier intento de salida airosa, tira la toalla y así reduce su ansiedad.
Finalmente, he podido constatar que todas las personas de éxito comenzaron desde abajo, lograron sus objetivos poco a poco, concediéndose el tiempo necesario, y aunque cometieron incontables errores, supieron extraer de ellos experiencias de incalculable valor, pero además, el denominador común de todos ellos fue la tenacidad, el espíritu invencible y el no permitirse ni una sola concesión de desánimo.


(De: Bernabé Tierno.)

martes, 12 de julio de 2011

DUEÑOS DEL DESTINO:

Con toda seguridad el lector habrá leído en cualquier libro de psicología que la mente humana, al igual que un iceberg, consta de dos partes: la emergida, que es la mente consciente, y la sumergida, que es la mente subconsciente.
Nuestra mente consciente es la que nos ayuda en la vida diaria a enfrentarnos a nuevas y difíciles situaciones, a tomar decisiones y a sopesar los pros y los contras mediante razonamientos lógicos, orientándonos sobre lo que debemos o no debemos hacer y sobre la manera más eficaz de lograr nuestros propósitos.
La mente subconsciente se compara con la parte sumergida del iceberg porque representa, al igual que éste, la mayor parte de nuestra mente, ya que el subconsciente es el almacén donde se guarda toda la información recibida y codificada por lamente consciente.
Estas dos partes de la mente mantienen un vínculo muy estrecho. Así, todo cuanto vemos, oímos, decimos, sentimos, percibimos y experimentamos por la parte consciente de nuestra mente, se almacena de inmediato en la parte subconsciente en forma de recuerdo. Pero ahora viene lo más interesante y pido la máxima atención e interés al lector. Ese recuerdo, como si de un helado de dos sabores se tratara, se compone de dos partes: una, la huella del suceso o incidente; otra, la huella o señal de las sensaciones y sentimientos que acarreó tal suceso. Veámoslo en un ejemplo. Cuando mi hijo Jesús tenía tres años, un perro le mordió el pie que tenía escayolado desde hacía unos días. Este fue el incidente, sin más, pero durante los treinta-cuarenta segundos que tardó mi mujer en apartar al perro del pie del niño, éste experimentó fuertes e intensos sentimientos de temor, indefension, algo de dolor, ansiedad, etcétera.
Este suceso, junto a los sentimientos y sensaciones descritos, se almacenó al instante en el subconsciente de mi hijo. Consecuencias de todo ello: que cada vez que el niño veía un perro, aunque fuera a un kilómetro, se comportaba conforme a la pauta que conservaba en su memoria, es deci, sentía pánico, inseguridad, indefension, ansiedad y rompia a llorar, exactamente lo mismo que si el perro estuviera mordiendo su pie escayolado. Tras el tratamiento psicológico de desensibilización sistemática, el niño superó su fobia o temor aprendido a los perros.
Se podrían aportar miles de ejemplos semejantes en los que veríamos con claridad cómo la información pasa de lamente consciente a la subconsciente y que ésta última ni razona ni juzga si esa información es razonable o absurda, veraz o falsa. Se limita a almacenarla junto a la emoción o sensación positiva o negativa que el sujeto ha experimentado durante el incidente y se seguirá comportando en el futuro con arreglo a la experiencia agradable o desagradable de forma automática. Todo esto significa, para expresarlo ya con absoluta claridad, que en buena medida nuestra vida, nuestros actos, están determinados por nuestra mente subconsciente, y si queremos tener una actitud mental positiva, si queremos influir de manera directa sobre nuestra conducta y sobre nuestro rendimiento, la única forma inteligente, práctica, eficaz de lograrlo, desde el punto de vista de la ciencia psicológica, es rompiendo ese círculo vicioso o cadena de hechos-recuerdos de sensaciones desagradables y conducta negativa que se pone en marcha de forma automática.
No olvidemos que cuanto más frecuentemente se repita un mensaje, con más profundidad se grabará en lamente subconsciente y lo mismo ocurrirá con la emoción, sensación o sentimiento que acompañe al incidente. Cuanto más fuerte, viva e intensa sea esa emoción, con mayor fuerza y viveza se grabará en lamente subconsciente.
Por cuanto venimos diciendo, el lector ya tiene claro que todo el trabajo tenemos que hacerlo con nuestro subconsciente. Primero comprendiendo cómo funciona: es lo que acabamos de hacer. Después, pasando sin más disquisiciones a la acción de llenar nuestra mente subconsciente de pensamientos positivos, nuevos, alentadores, y de esperanza, al tiempo que se ignora todo lo negativo y no se vuelve jamás mentalmente sobre ello. Así, pasado cierto tiempo, acabará por extinguirse. Sólo es cuestión de tiempo, el que logremos recolectar la nueva cosecha producto de una siembra de esperanza, de optimismo y dejar de una vez por todas de sentimientos como víctima, culpables y angustiados.
¿Continúan dominando su vida esos pensamientos de temor, de inseguridad, de culpabilidad, de impotencia, de cólera, de celos o de envidia? Pues deshágase sin más contemplaciones de ellos. Póngase en serio consigo mismo y diga: "¡Basta ya de niñerías y memeces! Yo soy el dueño de mi destino y de mis actos en la medida en que soy dueño de mis pensamientos. Desde hoy disfrutaré con cada nueva acción por cotidiana e insignificante que parezca y cada incidente de mi vida diaria, cada acontecimiento, lo acompañaré y asociaré con emociones y sensaciones agradables, reconfortantes y positivas para que los almacene así mi mente subconsciente."

(Del psicólogo y psicopedagogo Bernabé Tierno)

Mantra Gayatri - Interprete Deva Premal

APRENDER A VIVIR:

(...) La psicología americana está descubriendo el Mediterráneo. Es decir, las virtudes que mantuvieron la cultura mediterránea. La American Psychologial Association ha emprendido la sensata tarea de averiguar lo que hay de aprovechable en la historia de las diferentes culturas. Los europeos nos hemos vuelto pesimistas, desdeñamos la historia, y no pensamos que valga la pena aprender del pasado. Medio centenar de investigadores estadounidenses, dirigidos por los conocidos psicólogos Christopher Peterson y Martín Seligman, han publicado un voluminoso libro titulado "Caracteres, fortalezas y virtudes" donde estudian los hábitos del corazón -eso son las virtudes- que deberíamos recuperar para mejorar nuestra vida interior y nuestra convivencia. Algunas de esas virtudes  tradicionales se mantienen, pero otras están desapareciendo de nuestro actual modo de vivir. Y no es una buena noticia. 
Esto es lo que sucede con la gratitud. 
No está de moda. Cuando pregunto a mis alumnos si alguna vez dan las gracias a sus madres cuando les preparan la ropa o la merienda, me miran como si yo fuera un marciano. Carecen de esa emoción, y esa carencia vuelve tosca y desabrida una parte importante de nuestra existencia.
Gratitud es un sentimiento alegre hacia alguien de quien hemos recibido un favor o pruebas de estimación. Es, por ejemplo, la respuesta a un regalo, es decir, a un don inesperado, graciosamente dado, no merecido. Es el sentimiento adecuado para acoger la generosidad de otra persona. 
Generosidad y gratitud son sentimientos correlativos.
-La Generosidad: Es en efecto, una de las energías creadoras del ser humano. Los antropólogos saben que el "don" es un fenómeno esencial en todas las culturas primitivas. Rompe la lógica del propio interés, del egoísmo, del mercado. Establece relaciones nuevas de cooperación  y sociabilidad. Generosidad significa etimologicamente "capacidad de engendrar", es decir, de alumbrar algo nuevo, dar vida, ampliar las posibilidades de la realidad. La maternidad es el acto de generosidad por antonomasia.
En las épocas desconfiadas, como la nuestra, el sentimiento de gratitud desaparece. Cunde un deprimente escepticismo acerca de la generosidad, del desprendimiento, del altruismo, de la caridad. Vivimos en una cultura de la sospecha. No creemos que nadie actúe sin calcular el beneficio de la acción. ¡Algo buscará!, pensamos ante una acción desinteresada. 
Recuerdo un miserable artículo de una escritora española, tras morir la Madre Teresa de Calcuta, en el que mantenía que si había dedicado su vida a los pobres era porque disfrutaba con ello.
Los psicólogos americanos se han sorprendido al ver la importancia que la gratitud tenía en las culturas clásicas. Cicerón escribió que la gratitud "no es sólo la mayor de las virtudes, sino la madre de las demás virtudes".
-Un sentimiento cálido: El desbarajuste sentimental de nuestra época considera la gratitud un sentimiento humillante porque se basa en una relación asimétrica: alguien da y alguien recibe. Olvida que todos podemos dar algo: amabilidad, o cuidado, por lo menos. En cambio, los escritores de la Edad Media recomendaban no precipitarse a devolver el favor -para estar en paz-, porque esa relación de amable sorpresa ante lo recibido merecía ser prolongada.
La gratitud rompe los sentimientos de hostilidad y abre un ámbito de acogimiento cálido.
El enamorado siente gratitud ante el amor de la otra persona, al que considera un regalo inmerecido. Luego, por desgracia, se olvida este primer sentimiento. Nos acostumbramos a todo, es decir, entramos en relación con la realidad como una segadora entra en un campo. Igualamos todo a ras del suelo.
G.K. Chesterton, gran escritor algo olvidado, escribió una frase misteriosa "El test de toda felicidad es la gratitud". Para él, la gratitud es un sentimiento de sorpresa y aprecio ante todo lo bueno de la vida, la capacidad de descubrir en lo más cotidiano y ordinario un valor que me llena de alegría y que tomo como un regalo de la realidad. Frente a la prepotencia del que piensa que todo le es debido, es la cordial humildad de quien se siente en deuda. Ahora que estoy elaborando los programas de la Universidad de Padres, pienso que la gratitud es una bella virtud para enseñar a nuestros niños, junto con la generosidad, su pareja.

(De: José Antonio Marina, filósofo, profesor, investidaro y autor de más de 20 ensayos. Dos de los últimos, "Palabras de amor" y "La pasión del poder".)

lunes, 11 de julio de 2011

EL BUDISMO ZEN:

(...)La escuela Zen nace en China, mezclando el budismo venido del Nepal con las tradiciones locales del maoísmo (...). Entre los años 700 y 1200, unos monjes que viajaron al Japón desarrollaron allí dos tipos de meditación basados en la postura física: El estilo Rinzai predica que todo ser humano puede alcanzar la iluminación si vive su existencia con respeto y sobriedad, mientras que el estilo Soto predica la importancia de un prolongado entrenamiento para que este objetivo sea alcanzado.
Para los maestros zen, todos nosotros tenemos un conocimiento intuitivo de la razón de nuestra existencia. Por lo tanto, la mayor parte de las enseñanzas filosóficas o religiosas son sólo maneras de provocar en el interior de cada uno el contacto con esta sabiduría que ya está allí enterrada debajo de muchas capas de prejuicios, culpas, confusión mental e ideas falsas respecto a nuestra propia importancia.
El budismo zen -principalmente, aquel que llegaría a ser elaborado a partir del estilo Soto- desarrolló una serie de técnicas para que el ser humano pueda llegar hasta esta paz y comprensión interior. Para nosotros, que tenemos una visión más occidental de la búsqueda interior, estas técnicas están profundamente relacionadas con las palabras de Jesús en el Evangelio de San Mateo: "Cuando vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora para el Padre en secreto: y el Padre, que todo lo oye en secreto, te comprenderá". El practicante zen busca un lugar tranquilo y allí se sienta en una posición en la que consiga mantener su equilibrio durante largo tiempo, pero sin tener la columna apoyada. Por esa causa, la más conocida lo muestra con las piernas cruzadas y las manos entrelazadas adelante, apoyadas sobre el sexo. Algunos monasterios que visité en el Japón usaban una especie de almohada de cuero para elevar ligeramente el cuerpo y permitir una mayor circulación de sangre por las piernas.
A partir de ahí se debe procurar mantener la inmovilidad el mayor tiempo posible, al tiempo que se obedecen unas reglas simples. La cabeza debe permanecer inclinada hacia abajo, los ojos no han de fijarse en nada pero tampoco pueden estar cerrados, para evitar la somnolencia. Se ha de observar la respiración, pero sin intentar alterar su ritmo, éste debe ser lo más natural posible, ya que, a medida que el zazen (éste es el nombre de la postura) progresa, la tendencia es que las inspiraciones y espiraciones se hagan más pausadas y más lentas.
Por lo tanto, la idea central no es pretender controlar el pensamiento o las emociones, ni buscar un contacto espiritual con Dios; todo eso llegará a su debido tiempo, a medida que nos calmamos.
Como la práctica del zen es extremadamente simple, sin ninguna connotación religiosa o filosófica, ella nos ayuda, paradojicamente, a conectarnos mejor con Dios y a responder de manera inconsciente a nuestras dudas. La próxima vez que estés en tu casa sin nada que hacer y encontrando todo a tu alrededor aburrido y repetitivo, intenta sentarte en un lugar tranquilo, quedarte inmóvil y dejar que el mundo corra a tu alrededor.

(De Paulo Coelho).

miércoles, 6 de julio de 2011

jueves, 23 de junio de 2011

sábado, 11 de junio de 2011

¿COMO QUIERES SER RECORDADO?

En la carta de Pablo a los Filipenses, capítulo 4:2-6, el apóstol menciona a dos personas de las que no sabemos si son un hombre y una mujer, o dos mujeres. De la forma que sea, lo que se desprende es que son dos personas que están enemistadas. Pablo les amonesta a que sean de un mismo sentir. Es curioso ver el motivo por el cual se les menciona en la Biblia. Son dos personas en desavenencia; quizá tendrían otras cualidades, pero lo que sobresale de ellas es que no se llevaban bien..., o sea, que estaban en enemistad.

Pensando en esto, y que es el tema de este artículo, si nuestra vida tuviera que ser recordada en una frase en algún escrito ¿cuál sería la cualidad que nos definiría?. ¿Seríamos personas descritas como pacificadoras o se nos mencionaría como conflictivas o litigiosas...? Sería bueno que nos examináramos a nosotros mismos y viéramos cuáles son las características de una persona pacificadora y si ello se puede decir de nosotros.

Una persona pacificadora es alguien que tiene paz con Dios. En la vida hay muchas dificultades y situaciones que no sabemos resolver, pero todo es más fácil de llevar si en nuestro interior sabemos que podemos acudir a aquél que dijo "mi paz os dejo, mi paz os doy, no como el mundo os la da yo os la doy, no se turbe vuestro corazón ni tenga miedo", experimentando así la verdadera paz.

Otra característica de una persona pacificadora es que tenga paz consigo mismo. Es evidente que si una persona tiene sentimientos de inferioridad, no está satisfecha consigo misma, tiene una personalidad confusa, no puede ser feliz. El resultado es confusión, es un no saber dónde está situada y así no se puede ser feliz y tener paz consigo misma. Para tener paz hay que aprender a aceptarse tal y como una es, conociendo nuestras limitaciones y nuestros defectos, aunque no por ello dejemos de mejorar y sabiendo que no todos son tan perfectos como, a veces, se aparenta. Nadie tenga más alto concepto de sí, dice la Biblia, pero, también es verdad que, igual de pernicioso es creernos que somos las peores personas del mundo. Cuando nos aceptamos como somos, entonces empezamos a ser felices. Teniendo esta paz interior y con Dios, es fácil ser una persona pacificadora.

Y, por último, para que una persona sea reconocida como pacificadora, debe tener también paz con los demás. ¿Somos capaces de perdonar si alguien nos ha ofendido...? ¿Somos capaces de perder incluso teniendo razón, en una diferencia de opinión que tengamos con los que nos rodean...? ¿O somos rencorosas y nuestro amor propio no nos deja perder por amor a la paz...? "si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres". (Romanos 12:18). Al menos, el pacificador duerme con la conciencia tranquila.

En una de las bienaventuranzas, Jesús dijo: "Bienaventurado, que quiere decir que feliz es, el pacificador". Esta expresión es muy corriente en el Antiguo Testamento. Jesús dice que la persona que es pacificadora tiene ese gozo que sale a nuestro encuentro aún en medio del dolor; aquél gozo que no puede manchar ni el sufrimiento, ni la tristeza ni el desamparo. Es el gozo que brilla a través de las lágrimas. Jesús nos dice que los pacificadores son felices.

En hebreo la palabra paz no es ausencia de conflicto. Paz es todo aquello que contribuye al bienestar del hombre. En Oriente, cuando dos personas se saludan, se desean mutuamente la paz, o sea, que tengan todo lo que necesiten para que su vida sea plena y rica. Pero, también, la bendición recae sobre los que hacen la paz y no solamente sobre los que la aman. La bienaventuranza recae, también, sobre los que luchan y se enfrentan al mal para hacer la paz, aunque ello signifique luchar. A los que hacen esas cosas se les llama HIJOS DE DIOS, y son así porque estas personas hacen, específicamente, lo que Dios hace: la paz. El hombre y la mujer que hacen la paz realiza la obra en la que está comprometido el Dios de paz. (Romanos 15:33).

¿Qué quería decir Jesús cuando pronunció esta bienaventuranza...? Lo que se supone que quería decir es: hay personas que siempre son el centro de los conflictos, tormentas y luchas. Donde quiera que van se les ve implicadas en problemas. Así hay en toda sociedad, incluso en la Iglesia. Otras personas, por el contrario, son de una forma de ser que, en su presencia, no puede prosperar la enemistad, pues salvan abismos y endulzan la amargura. Estos hacen la voluntad de dios, ya que el plan de Dios consiste en establecer la paz entre el hombre y Dios. El hombre o la mujer que divide es un agente del diablo, el que los une está haciendo la voluntad de Dios.

¿Cómo podemos ser descritos como pacificadores?

1.- No permitiendo que delante de nosotros se critique a nuestros semejantes. Hay quienes escuchan la crítica hasta con complacencia. En Santiago 3:5 se nos dice: "Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí cuan grande bosque enciende un pequeño fuego".
2.- Ayudando y colaborando con los demás en vez de ser negativas. Hay quien prefiere ser cabeza de ratón que cola de león y no está contenta hasta conseguir ser la primera.
3.- No haciendo distinción entre las personas y procurando tratar igual a todos los que nos rodean.

Hay algunas normas que podemos practicar para poder ser conocidas como pacificadores:

-No contradecir a los demás aunque se sepa que se tiene razón.
-No averiguar los asuntos de los demás. Bastante tiene cada uno con los suyos.
-No creer que cualquier otro es más feliz que uno mismo.
-No repetir a otro un chisme que se haya oído.
-No ser rudo con los inferiores.

Podemos tener diferentes pareceres, pero podemos sentir lo mismo. Todos somos diferentes, y eso no es malo. Pablo no quería que las dos personas de nuestro estudio pensaran de igual manera, sino que sintieran lo mismo; o sea, que ambas tuvieran el mismo interés en hacer el bien, aunque pensaran diferente.

Y para finalizar, hagamos nuestra la oración de San Francisco de Asís en la que dice:

Señor, hazme un instrumento de tu paz,
Donde hay odio, que yo siembre el amor;
Donde hay injuria, el perdón;
Donde hay desesperanza, esperanza;
Donde hay tinieblas, luz;
Donde hay tristeza, gozo.

Concédeme, oh Señor, no pensar tanto
 en ser consolado, como en consolar
En ser comprendido, como en
comprender
En ser amado, como en amar
Porque es en el dar cuando recibimos,
Es en el perdonar, cuando somos
perdonados
Y es en el morir cuando nacemos
a vida eterna.

De esta manera pasaremos por este mundo con el calificativo de pacificadores que lleva consigo el ser llamados HIJOS DE DIOS.

De: Esther Francés