jueves, 14 de julio de 2011

EL PERFIL DEL ÉXITO:

Las personas de éxito siempre tuvieron muy claro que estaba en sus manos la posibilidad de dirigir el curso de sus vidas de manera activa, eficaz y positiva; que el triunfo verdadero, el éxito en cualquier objetivo que uno se marque, ha de comenzar irremediablemente por el triunfo sobre uno mismo, integrando convenientemente los éxitos materiales, o del tener y poseer, en los éxitos espirituales, o del ser, del construirse por dentro y perfeccionarse día a día, ser más uno mismo y lograr un mayor equilibrio y paz interior.
Las personas de éxito tienen la absoluta certeza de que dentro de sí mismas guardan todos los tesoros, potencialidades y aptitudes, dispuestas para ser activadas por el resorte de una acción entusiasta y esforzada. Están plenamente convencidas de que son generadores permanentes de energía positiva para estimular la alegría de vivir, producir en su vida los cambios necesarios, mejorar sin límites, transformar los esquemas de conducta de fracaso en hábitos  para el éxito e influir de manera enriquecedora y positiva en los demás.
Las personas de éxito tienen la firme convicción de que son ellas y sólo ellas quienes deben tomar decisiones y dirigir su propia existencia.
Saben que el triunfo verdadero exige casi siempre tener que hacer durante bastante tiempo cosas que no gustan, que exigen esfuerzo, sacrificios y tesón, pero que son muy convenientes y sientan las bases de posteriores éxitos seguros que después se sucederán en cadena sin que apenas ya tengamos que recurrir al esfuerzo.
Las personas de éxito, una vez tomada una bien pensada y razonada decisión, siempre pasan a la acción, realizan lo proyectado con verdadero entusiasmo, disfrutando cada momento de la realización, y viviéndolo con todos los sentidos, con todo su ser.
Las personas de éxito se marcan objetivos gratificantes para el cuerpo y para el espíritu que den un sentido a sus vidas y que se puedan lograr con tesón y una actitud mental positiva, pero siempre obtienen sus éxitos de forma honrada.
Las personas de éxito no pierden inútilmente su tiempo en lamentaciones y jamás olvidan que, por desdichada y calamitosa que haya sido su infancia, por negativo que haya resultado su pasado, está en sus manos cambiar el curso de sus vidas, aprender de los fracasos y aplicar nuevas estrategias que inexorablemente le conducirán a obtener estupendos resultados, a triunfar en lo que se propongan. No culpan a los demás de sus fracasos y toda su energía mental y psíquica la emplean en aprender y en ensayar nuevas técnicas de eficacia y abandonar los viejos hábitos que les instalaron en el fracaso.
Las personas de éxito saben esperar buenos resultados sin necesidad de obtener gratificaciones inmediatas. Saben que todo logro importante supone un gran esfuerzo mantenido durante mucho tiempo e incontables equivocaciones y fracasos. No necesitan gratificaciones constantes e inmediatas como les sucede a los perdedores que se comportan como niños, y tras los primeros fracasos, se arrugan y desisten de su empeño, pues les falta entereza y necesitan ansiosamente resultados importantes y rápidos a cambio de poco o ningún esfuerzo.
Las personas de éxito saben que las semillas lanzadas con amor, entusiasmo y tesón sobre los surcos fétiles de cualquier objetivo o proyecto maduran muy lentamente y es necesario prodigarles muchos cuidados, contar con periodos de sequía, con plagas de langosta y hasta tormentas de granizo destructor que malogran en todo o en parte una cosecha, y no queda otro remedio que seguir sembrando cada año con la misma ilusión y esperanza de que al final, cuanto hemos sembrado, nos dará el ciento por uno.
Las personas de éxito saben que han de avanzar hacia su objetivo de manera gradual, alternando las decepciones, frustraciones y fracasos con los éxitos, pero sin perder nunca de vista el objetivo, con espiritu invencible, con tenacidad y siendo conscientes de que todo revés, dificultad o problema es un paso más que les acerca con toda seguridad al logro de su objetivo.
Los perdedores se sienten inútiles y fracasados ante los primeros problemas. La espiral de autocúlpa y negativismo en que se encierran presenta siempre el mismo esquema destructivo: cometen un error, no les salen las cosas como esperaban y empiezan de inmediato a lamentarse, a llorar su desgracia, a descalificarse de forma implacable y sentirse inútiles y estúpidos. Este ciclo negativo se dispar de forma automática siempre que cometen un nuevo error, y cuanto más se autocúlpan, más contribuyen a que se cumplan las "profecías" negativas sobre sí mismos y los fracasos  y errores se suceden en cadena. Cuando esta espiral de ciclos negativos se convierte en una constante, los niveles de ansiedad son tan elevados que el sujeto incapacitado para el éxito se autoprotege con la pereza y la renuncia a cualquier intento de salida airosa, tira la toalla y así reduce su ansiedad.
Finalmente, he podido constatar que todas las personas de éxito comenzaron desde abajo, lograron sus objetivos poco a poco, concediéndose el tiempo necesario, y aunque cometieron incontables errores, supieron extraer de ellos experiencias de incalculable valor, pero además, el denominador común de todos ellos fue la tenacidad, el espíritu invencible y el no permitirse ni una sola concesión de desánimo.


(De: Bernabé Tierno.)

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