domingo, 31 de mayo de 2009

ADENTRÁNDONOS EN EL AGUJERO DE GUSANO:

(seguimos...)

Para aceptar el nuevo paradigma precisamos una serie de premisas indispensables, premisas que se refieren a nosotros mismos y al nuevo Universo que se nos abre. Para muchos cosmólogos es posible viajar de un punto del Universo a otro a través de lo que se denominan agujeros de gusano. Nosotros para aceptar el nuevo paradigma tenemos que adentrarnos en nuestro propio agujero de gusano mental, un camino que nos llevará a una mente más abierta y conectada al futuro. En principio veamos seis consejos para abordar el nuevo paradigma:
- Planear de un modo consciente nuestro futuro.
- Ampliar nuestras ansias de liberación a través de un conocimiento más elevado.
- Reemprender nuestro vínculo esencial con el medio ambiente y la naturaleza que nos rodea.
- Cuestionar sin miedo los modelos y sistemas imperantes, tanto religiosos como científicos o políticos.
- Ampliar nuestros conocimientos y nuestra evolución de la consciencia.
- Alcanzar una conexión con toda la humanidad y todo el Universo que nos rodea, facilitando el desarrollo del nuevo paradigma.
Antes de exponer unas premisas para nuestro bienestar y evolución mental, sepamos que también nosotros tenemos que llevar el conocimiento al mundo, una actividad que tenemos que practicar sin hacer proselitismo y sin convertirnos en misioneros. Tenemos que tener muy claro que nosotros somos lo más importante y que nuestra evolución reside en seguir evolucionando. Y recordemos que ayudar a los demás es hacerlo cuando ellos estén en disposición de querer aprender. A continuación veamos las premisas necesarias para alcanzar el nuevo paradigma con una mente clara y evolucionada.
* Superar la confusión de lo ilusorio.
* Renunciar a los deseos innecesarios.
* Ser feliz en el ser.
* No alterarse por el sufrimiento ni el placer.
* No buscar posesiones.
* Estar más allá del apego, el miedo y la ira.
* Descubrir lo indispensable.
* Mantenerse desapegado.
* Realizar las acciones sin fines egoístas.
* Tener la convicción de la existencia en uno mismo.
* Estar libre de ilusión.
* Vivir el presente intensamente. El aquí y ahora.
* Contemplar la mente. Meditar.
* Frecuentar círculos de amistades de ambiente positivo, creativo y enriquecedor.
* Huir de los entornos mediocres.
* Eliminar los pensamientos que son efecto de las acciones que ocasionan disturbios en la mente.
* No buscar recompensas.
* Liberarse del significado de "lo mío".
* Creer que hay algo sagrado y divino en el ser de cada persona.

LOS CÁNCERES SOCIALES:

(seguimos con el mismo libro "Somos energía")

Parte de nuestros problemas se deben al sistema social y político que nos rodea, un sitema que tampoco ha sabido comprender el alcance del nuevo paradigma en el que estamos entrando. Los políticos siguen luchando por el poder y, algunos, con buena fe, pretenden arreglar los problemas del mundo, pero lo único que hacen es poner parches a unas ideologías desfasadas. Las religiones, por su parte, siguen aferradas a sus viejos dogmatismos, con un Dios (o dioses) completamente desfasados, ajenas a la nueva espiritualidad que emerge. Da la impresión de que unos y otros pretenden mantenernos en este vendito sueño de ignorancia y supeditación. Como un ser enfermo, el sistema tiene sus cánceres, y entre los principales tenemos:
- Los fundamentalismos cristiano, judío y musulmán, que quieren obligar a todos a creer en lo mismo.
- Los imperialismos económicos nacionales y multinacionales, a los que no les importa el impacto de sus comercios e imposiciones de valores.
-Los que están en contra de una racionalidad global y una tolerancia pluralista, así como una conciencia global más integradora.
-Los dogmas y creencias establecidas que impiden la aparición de verdades más profundas y visiones más amplias.
Pero el lector se preguntará: ¿cómo puedo superar la tenaza social y política del sistema?
Por una parte, podemos trabajar de forma individual, aumentando nuestros conocimientos y buscando en la lectura adecuada respuestas a nuestras inquietudes científicas y religiosas. La lectura y el conocimiento ayudarán a desarrollar nuestro cerebro, pero también podemos realizar técnicas de meditación. Todo esto requiere un gran esfuerzo cuando uno está solo, por este motivo también es interesante contactar con aquellas personas que tiene las mismas inquietudes y con las que podemos dialogar sin miedos ni prejuicios. Se trata de buscar a gente que tenga un perfil óptimo al entorno del nuevo paradigma. Definiríamos ese perfil con las siguientes características:
- Un conocimiento amplio y profundo del nuevo paradigma.
- Abiertos a otros campos y con capacidad pluridisciplinaria.
- Con inquietudes y ávidos de experiencias nuevas.
- Pensadores profundos que compartan una visión holística.
- Personas que han roto las opresoras fronteras de los dogmatismos.
- Rebeldes e innovadores.
- Críticos, no conformistas, no rutinarios y contestatarios.
Por otra parte, de bemos buscar entornos óptimos para nuestro nuevo desarrollo psicológico. Debemos huir de los entornos que nos ataquen, que nos condicionen, lugares mediocres que ofrecen una fuga transitoria pero no definitiva.
Si enriquecemos nuestro mundo con seminarios, conferencias y actividades culturales, veremos cómo nuestras posibilidades de desarrollo y evolución mental aumentan. A cada nuevo conocimiento que adquiramos surgirán nuevos interrogantes, posiblemente inquietantes, pero capaces de hacernos evolucionar, lo que hará que nuestra mente desrrolle su poder, un poder muy superior a lo que imaginamos. También deberemos encontrarnos a solas con nosotros mismos, olvidar los roles, olvidar las reglas convencionales de la sociedad, adentrarnos en un espacio más multiétnico, no privilegiar ningún punto de vista sobre los demás y aceptar que todos los puntos de vista son relativos e interdependientes.

EL PLANETA DE LOS "SIMIOS LOCOS":

(Extracto del libro "Somos energía", autor: Jorge Blaschke; editorial: Robin Book)

El tercer planeta de nuestro sistema solar es conocido como Tierra, y también lo llamamos "planeta azul", pero deberíamos llamarlo "planeta de los simios locos". Ningún habitante de nuestro planeta, sin excepción de ninguna clase, es una persona sana mentalmente. Somos un planeta de locos en diferentes grados de locura, psicológicamente enfermos en mayor o menor grado.
El mundo, desde el rincón más remoto del planeta hasta las grandes urbes, está lleno de locura, y nada podemos hacer por evitarlo. Somos enfermos mentales habitando el único planeta de nuestro sistema solar con una vida compleja y teóricamente racional e inteligente, pero cargada de patologías mentales.
Seres que vagabundean por las calles de las grandes ciudades hablando solos; personas cargadas de odios y rencores que buscan desesperadamente venganza; individuos que se valen de la supersiticion y la magia para resolver sus conflictos interiores, bandas cargadas de maldad que se mueven como depredadores por las junglas de asfalto; pelifrosos forofos del deporte capaces de matr (tifosi, hooligans, etc.); iluminados que se mueven entre el bien y el mal; dominadores frustrados que proyectan sus traumas sobre sus familiares y subordinados; subordinados conformistas que viven subyugados y traumatizados por otros; mesiánicos y salvadores, héroes épicos, admiradores de los malvados de James Bond; transgresores de toda regla sin escrúpulos ni sentimientos; místicos, iluminados y creyentes incondicionales de creencias y religiones; prepotentes, arrolladores conductistas; renacidos religiosos; individuos inconscientes atrapados en un mecanicismo sólo sensible a ciertos placeres; víctimas traumatizadas por atrocidades vividas; mercenarios con estrés postraumático; individuos depresivos y un largo etcétera.
La vida ofrece diferentes vías a los seres humanos, unas fáciles y otras difíciles; unas en las que decidimos nosotros y otras en las que siempre están decidiendo los demás. Las hay cargadas de idealismos y las hay despojadas de todo conceptualismo; hay vías religiosas y vías ateas; las hay espirituales y materialistas; las hay en que, desde pequeños, nos manipulan y moldean nuestros cerebros, y otras en que el libre albedrío es tan grande que pasan por la vida como una pluma abandonada al viento.
Cuando preguntamos a algunos individuos de nuestra sociedad qué es lo más importante de la vida para ellos, encontramos una variedad de respuestas muy variopintas: "Lo más importante es la familia, mi mujer y los hijos"; "Lo más importante es triunfar"; "Lo más importante es tener buena salud y disfrutar de la vida"; Lo más importnte son los ideales religioos y patrióticos"; Lo más importante es ganar dinero y vivir con decencia"..., y así un largo etcétera. Es indudable que la respuesta no es la correcta en ningún caso, como hemos argumentado en los capítulos anteriores. Al interrogarnos acerca de qué es lo que más nos preocupa, nuevamente encontramos toda una serie de preguntas, muy materialistas, al rspecto: "La salud"; "La pérdida de trabajo"; "La inseguridad ciudadana", etc. Muy pocos son lo verdaderamente sinceros para admitir que su mayor preocupación es ese trauma enquistado en el fondo de su cerebro: el miedo a la muerte.
Volvamos a la primera pregunta. ¿Cómo es posible que las respuestas obtenidas no tengan nada que ver con el misterio más grnde que planea sobre nuestra existencia? ¿Cómo es posible que la gente no se pregunte por qué exite, por qué está en este Universo, qué hay más allá, cuál es el misterio de la vida, cómo hemos llegado a ser los seres que somos? ¿Tan fuerte es el entorno del sistema en que vivimos que ha logrado desfigurar los pensamientos esenciles del ser humano? ¿Cómo nos han podido convertir en seres tan mecánicos? Estoy seguro que el hombre Neandertal o el de Cromañón tenía más inquietudes que nosotros y se hacía preguntas más profundas sobre su propia existencia. No creo que este hombre primitivo viviese sólo con la preocupación de sobrevivir a las fieras o alimentarse. Nuestros antepasados también reflexionaban sobre su existencia, lo hacían contemplando los verdaderos cielos estrellados de las noches paleolíticas y neolíticas; lo hacían inquietos, escuchando los sonidos del viento y la tormenta; lo hacían asombrados ante un eclipse de Sol o de Luna o ante la visión natural de dos ciervos apareándose o de una yegua pariendo. Sí, con seguridad, el hombre primitivo tenía muchas más inquietudes que la mayor parte de los hombres actuales. Muestra de ello ha sido todas esas pinturas que nos dejaron en sus cavernas y esos enterramientos ceremoniales que muestran cierta espiritualidad.
Los muros de hormigón, el ensordecedor ruido de los vehículos, la Vía Láctea difuminada por la luz de los tubos de neón y el olor a carburantes desfiguran nuestro pensamiento que ya ha sido hábilmente manipulado desde nuestra infancia por la publicidad, la educación, las religiones, los condicionamientos sociales, las fantasías y los culebrones televisivos.
La humanidad está enferma, el cambio de costumbres, la nueva forma de vida ha creado inquietudes que, si bien no se convierten en patologías sí son trastornos que afectan a nuestro cerebro y nuestra personalidad. Los nuevos descubrimientos de la ciencia, las nuevas revelaciones de lo que verdaderamente somos, el nuevo ritmo de vida está creando cientos de nuevos síndromes que nos afectan, al margen de la ansiedad y el estrés. Así, aparece el síndrome porvacacional, la astenia primaveral, el estrés de fin de semana, conflictos laborales y de pareja, intolerancia a los que nos rodean y frustraciones que nos deprimen. Hemos pasado de ser seres que vivían en armonía con la naturaleza a individuos vulnerables que vivimos en grandes complejos urbanos donde la prisa, los peligros, la supervivencia, los problemas y la desconexión con los demás nos convierten en solitarios que viven en un mundo de máquinas.
Lo lamentable es que queremos solucionar inmediatamente los conflictos, pero a la vez nos negamos a enfrentarnos a los problemas de la vida. Al mismo tiempo el mundo va cambiando a nuestro alrededor, y cuando no somos capaces de realizar cambios en nuestro estilo de vida es cuando empiezan a surgir los problemas mentales.
Podemos afirmas sin estar equivocados que no hay nadie sano mentalmente en este planeta, quien más quien menos tiene traumas o bloqueos mentales, y son muchos los que entran en la zona de las depresiones, el estrés, las ansiedades y las inquietudes inconfesables. Otros forman ese aterrador panorama de las patologías mentales. Según la OMS, la depresión afecta a 120 millones de personas en el mundo occidental, y ello representa un coste de 120.000 millones de euros anuales solamente en Europa. La mitad de la población padece algún trastorno mental una vez en su vida, hecho que afecta a 1.500 millones de personas en todo el mundo; existen 52 millones de personas esquizofrénicas; 150 millones con neurosis graves; 50 millones que padecen ataques de epilepsia; 30 millones de locos, 120 millones de personas con sindrome de Down. Sin contar con los que arrastran traumas que afectan a su perfil de personalidad o los bipolares que pasan de la depresión a la euforia o al revés...
También habría que hablar de las personas que sufren manías, que, aunque no es una patología, sí puede llegar a afectar seriamente a la personalidad. Me refiero a esas personas que revisan la llave del gas de casa cada diez o doce veces antes de acostarse, que comprueban otra docena de veces si han cerrado el cerrojo de la puerta de casa, que ordenan las cosas montones de veces, que no tocan los picaportes o los pasamanos por miedo a infectarse o que se lavan las manos cada diez minutos. Es decir, lo que se conoce como trastornos obsesivos compulsivos (TOC), y que se cierne sobre gente que se ve asaltada por pensamientos negativos de males que se avecinan. Los TOC están presentes en el tres por ciento de la población. Y aún cabría mencionar los complejos, cuyos efectos pueden ser terribles. Hitler tenía complejo de inferioridad y parte de sus decisiones estaban afectadas por este hecho. El complejo de inferioridad provoca neurosis obsesivas de culpa, y es algo que puede aparecer por haber sufrido una educación autoritaria y dogmática o haber vivido dentro de una religión amenazadora de castigos eternos por haber pecado. El número de complejos puede ser infinito, desde elque se siente espiado y perseguido hasta el que sufre complejo de superioridad. Y no hablemos de sentimientos como los celos que llegan a niveles enfermizos. Y, entre todo este panorama, están los enfermos sexuales, los sadomasoquistas, los pederastas y otros neuróticos peligrosos.
Hemos pasado de ser un planeta de monos desnudos, como decía Desmond Morris, ha ser un planet de simios locos. En realidad, el Homo Sapiens tendría que llamars "Homo Neuróticus".